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La purga (a la soviética) y la disciplina de los cobardes
El dócil relevo de los dirigentes territoriales socialistas y el alineamiento disciplinado de los ministros en el mitin del Reina Sofía, ayer, describen la cobardía de los que se van porque se lo mandan y de los que se quedan porque se lo ordenan
Unos se van porque se lo mandan y otros se quedan porque se lo ordenan. Ni aquellos se retirarían por gusto, ni estos permanecerían por convicción. La obediencia sobre el libre albedrío es propia de los cobardes y tanto lo son los unos como los otros. Como recordaba ayer en El Confidencial Miriam González Durántez, este país nuestro es de miedo reverencial al poder, y señorea en el PSOE como en los tiempos más oscuros de su historia.
Veamos ejemplos: Luis Tudanca, saliente secretario general del PSOE de Castilla y León, se retira entre sonrisas y sin el más mínimo ademán de defender su trayectoria. Juan Espadas, en la misma situación que el anterior, pero en Andalucía, no opone resistencia alguna, sino todo lo contrario, y cede el puesto, sin un mal gesto, a la vicepresidenta del Gobierno y vicesecretaria del partido, María Jesús Montero, que maldita la gracia que le hace sustituirle para enfrentarse, perdedora de antemano, a Juan Manuel Moreno Bonilla. Espadas creyó el pasado 25 de mayo, en la campaña de las elecciones europeas, que por jalear a Pedro y Begoña (“¡Estamos con vosotros y os damos un baño de cariño!”, gritó, enfebrecido el exalcalde de Sevilla), le iban a mantener en el cargo. Este tipo no se ha enterado de qué va la fiesta en su partido.
Tudanca, Espadas, Lobato se van sin un mal gesto, pero no a destinos como los más listos: Calviño, Escrivá, Ribera o Campo
También lo supuso, grave error, Juan Lobato en Madrid que desistió de sostenerle el pulso a Sánchez y tomó las de Villadiego, previo paso, mortal de necesidad, por una notaría para dejar constancia de una villanía a seis manos (Sánchez, García Ortiz y López), contra una adversaria política. A Tudanca le sucederá un alcalde de Soria que pasa por ser más leal; a Espadas, la que urde la financiación singular de Cataluña, y a Lobato el ministro más reversible del Gobierno y tan inidóneo para disputarle el puesto a Díaz Ayuso en Madrid como Pilar Alegría para lograrlo con Azcón en Aragón. A este paso, ni la ignota Diana Morant (Ciencia e Innovación) ganará en Valencia al sustituto del zombi Carlos Mazón.
Pero los nuevos aspirantes territoriales -en manifiesto conflicto de intereses al desempeñar simultáneamente carteras ministeriales, con adulteración completa de lo que un jurista de fuste denomina el principio de ‘igualdad de los contendientes’- serán guardianes disciplinados, hasta que el viento sople en otra dirección, de los propósitos de Pedro Sánchez que consisten en permanecer, durar y mandar. Y eso solo es posible con una agrupación cohesionada de mediocres que, además, son cobardes porque pierden su posición sin autodefensa ni dignidad, unos, o coadyuvan, otros, a la fechoría de Ferraz, con la conciencia intranquila, pero sin opciones de largarse, al modo en que lo han hecho los más perspicaces: Nadia Calviño al Banco Europeo de Inversiones; Teresa Ribera, a la Comisión Europea; José Luis Escrivá, al Banco de España o, a modo enunciativo, Juan Carlos Campo, al Tribunal Constitucional.
Sánchez ha conseguido la refundación populista del PSOE, indigno sucesor de González, Almunia y Rubalcaba, pero sí derivación de Zapatero
La purga en el PSOE es la única consecuencia práctica de su 41 Congreso, cuyo propósito era doble: blindar el caudillaje de Sánchez y ‘limpiar’ de potenciales disidentes las comunidades autónomas, no para ganar sus gobiernos, sino para cerrar la refundación del socialismo populista, indigno sucesor del PSOE de Felipe González, de Joaquín Almunia y de Alfredo Pérez Rubalcaba, pero derivación necesaria del nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre en las bambalinas de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela que hoy puede consumar un acto más de grosera arbitrariedad si Edmundo González cae en sus manos.
El modo, las maneras de la liquidación de estos mansos dirigentes territoriales evoca a las purgas del soviet moscovita. No hay autócrata que no camine por el sendero de los modelos en los que se inspiran, sean de derecha o de izquierda extremas. ¿Por qué es posible que se sostengan dirigentes como Sánchez? No solo por las mayorías parlamentarias que urden sino también, y, sobre todo, porque el aparato mediático del que disponen les procura el tratamiento complaciente que reclaman, al que añaden toques de intelectualidad comprometida.
La izquierda más anacrónica de Europa dispone de escribientes, pero no intelectuales. Solo de tipos que se limitan a refrendar
Como podrán escuchar el próximo lunes en el pódcast Punto Ciego al historiador Juan Francisco Fuentes, la mirada de los políticos (en referencia a los de izquierdas en el exilio republicano durante el franquismo) fue “más realista que la de los intelectuales” . Eso es, justamente, lo que aquí ocurre. La izquierda más anacrónica de Europa -la que forma el Gobierno de Sánchez- dispone de escribientes, pero no intelectuales dignos de tal nombre. Son tipos que se limitan a refrendar.
En coincidencia temporal con la purga en el PSOE, el alineamiento de los miembros del Gobierno en el mitin del Reina Sofía resultó patético. José Manuel Albares, seguramente el paradigma de lo que no debe ser un ministro de Exteriores, estuvo allí mientras el Rey recibía las credenciales de seis embajadores, dos de ellos representantes de sendas potencias occidentales, el Reino Unido y Canadá. No son mejores esos ministros ni menos cobardes que sus correligionarios que se inmolan con una sonrisa aduciendo un patriotismo de partido que es pura ortodoxia, propia de tiempos lúgubres que Sánchez se encarga de anclar en el presente de la sociedad española. En esos movimientos la agitación y la propaganda resultaban esenciales para ‘ganar el relato’. Entrar en la web de los denominados ‘Cincuenta años de libertad’ remite, consternadamente, a las peores prácticas de las autocracias rejuvenecidas por esa especie de primavera en la que brotan con fuerza los radicalismos ‘trumpistas’ y las dictaduras bolivarianas.
Unos se van porque se lo mandan y otros se quedan porque se lo ordenan. Ni aquellos se retirarían por gusto, ni estos permanecerían por convicción. La obediencia sobre el libre albedrío es propia de los cobardes y tanto lo son los unos como los otros. Como recordaba ayer en El Confidencial Miriam González Durántez, este país nuestro es de miedo reverencial al poder, y señorea en el PSOE como en los tiempos más oscuros de su historia.
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