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Hacer a Ayuso grande otra vez
El auto del Supremo sobre el fiscal general es el acta notarial de la victoria de Díaz Ayuso sobre la Moncloa y Ferraz y fulmina a Óscar López por mucho 'güisqui-gate' que el ministro esgrima para descalificarlo
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El 21 de febrero de 2022, Pablo Casado se suicidó en los estudios de la COPE porque, a preguntas de Carlos Herrera sobre la crisis del PP, tachó de corrupto al hermano de Isabel Díaz Ayuso, sin pruebas, y salió muerto de la conversación radiofónica. Dos días después, renunciaba al liderazgo de su partido y hacía mutis por el foro. El año anterior, 2021, Pablo Iglesias anunció en el mes de mayo su retirada de la política tras competir y fracasar sonoramente en las autonómicas madrileñas en las que Isabel Díaz Ayuso obtuvo con el PP 65 escaños frente a los 10 de Podemos. El pasado mes de noviembre, Juan Lobato resignaba sin pelea su cargo de secretario general del PSOE de Madrid después de haber esgrimido en la Asamblea de Vallecas el documento de confesión -en un procedimiento inicial de conformidad con la fiscalía- de dos presuntos delitos fiscales del novio de Isabel Díaz Ayuso.
La ofensiva socialista contra Ayuso es recibida con chicuelinas en la Real Casa de Correos y con sostenida ovación por la claque de la presidenta
A tenor del auto del magistrado del Supremo, Luis Ángel Hurtado, dictado el pasado lunes, 13 de enero, por el que se tiene indiciariamente acreditada la comisión de un delito de revelación de secretos perpetrado por el fiscal general, Álvaro García Ortiz, en ‘dinámica delictiva’ con otros dos fiscales, todo ello relacionado con la presidencia del Gobierno, bien puede adelantarse que, antes o después, Isabel Díaz Ayuso acabará con la carrera profesional y política de lo que ella denomina “la cuadrilla de Fortuny” (sede madrileña de la fiscalía general). Es probable también, que lamine a su nuevo contendiente socialista en Madrid, el exjefe del Gabinete de Pedro Sánchez, y hoy ministro de Transición Digital y Función Pública, Óscar López. Y acaso se produzca lo que ahora se perfila ya como verosímil: que la Justicia toque a la puerta del despacho del presidente del Gobierno. Y todo ello traería causa de la ira cegadora y soberbia de la Moncloa contra la presidenta madrileña.
Isabel Díaz Ayuso, sobre la que hay tan dispares opiniones, unas de adhesión y otras de aversión, se convierte, así, en la horma del zapato de Pedro Sánchez. Participan ambos de comunes habilidades y de parecidos de personalidad. Pero hay una diferencia, entre otras no menores: la presidenta de Madrid saca de quicio a Sánchez y a sus entornos, que se pronuncian sobre ella con una crispación declarativa constante. La popular mantiene la calma y no se muerde la lengua. Entretanto, la ofensiva de la Moncloa y de Ferraz contra Ayuso es recibida en la Real Casa de Correos con chicuelinas políticas largamente ovacionadas por una creciente claque que percibe en el ‘ayusismo’ la mejor de las respuestas al ‘sanchismo’.
Si se trataba de alancear a la presidenta popular de la Comunidad de Madrid con los confesados o supuestos delitos fiscales de su novio, enrabietados en la Moncloa ante la capacidad de maniobra del oscuro Miguel Ángel Rodríguez, el propósito socialista ya puede decirse que ha fracasado. No solo. El jefe del gabinete de la presidenta, maniobrero donde los haya, salió indemne de su declaración testifical en el Supremo el pasado día 8, defraudando la ansiosa expectativa de Óscar López de que fuese imputado.
Los papeles están repartidos y se asume lo que hace Ayuso sin colisión con Feijoo, incluso sin solaparse con Moreno. Los tres tienen su tiempo
Díaz Ayuso tiene la dimensión política que tiene, entre otras razones, porque ha utilizado la energía negativa de sus adversarios según los consejos de Sun Tzu descritos en El arte de la guerra y, al mismo tiempo, ha planteado y ejecutado un modelo de comportamiento replicante al de Sánchez. Por esa razón fue la única presidenta autonómica del PP que no atendió su convocatoria para reunirse en la Moncloa, desplante otra vez satisfactoriamente recibido dentro y fuera de su partido. Si el socialista es, en sus actitudes, un engendro de la llamada ‘nueva política’, Díaz Ayuso es su mejor discípula porque la maneja, incluso, mejor que él. Si el socialista es un personaje distópico en la izquierda, la madrileña reivindica la facultad de serlo en la derecha. En esa dinámica de emulación, gana ella y pierde él porque desciende Sánchez de nivel al confrontar con una presidenta autonómica y asciende Díaz Ayuso al medirse con el que Óscar Puente, en felicísima expresión, definió como el “puto amo”. De añadidura, Sánchez y Díaz Ayuso expresarían en el imaginario colectivo, la colisión entre Madrid y Cataluña, un siniestro político en el que los indicadores de medición dan ventaja a la comunidad madrileña respecto de la catalana, como explicaba aquí Javier Jorrín.
Pincha en hueso el PSOE si supone, y lo hace, que la presidenta madrileña desafía y perturba a Feijóo o que cuartea la unidad de acción del Partido Popular. No es así. Ella desempeña un papel aceptado en Génova y asumido por los demás presidentes autonómicos populares que se sienten cómodos en la nueva Confederación Española de Derechas Autónomas que preside el gallego. Además, entre ella, con sus 44 años, y Feijóo, que cumplirá en octubre 64, existen unas diferencias generacionales que permiten a ambos mantener una relación de suficiente seguridad recíproca. Incluso Juan Manuel Moreno Bonilla, que cumplirá en mayo 55 años, permitiría a Díaz Ayuso un amplio horizonte de posibilidades en el caso de que en las próximas elecciones generales, cuando sea que se celebren y en todo caso en 2027, el gallego no alcanzase la presidencia del Gobierno, lo que conllevaría su retirada del liderazgo popular. La madrileña y el andaluz son dos canteranos que aseguran la sucesión, cuando toque, en el Partido Popular, por más que ella disponga de un perfil menos estandarizado que el andaluz para una proyección nacional. Los tres dispondrán de oportunidades, pero cada uno a su tiempo si no perecen en el intento.
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De momento, el auto del magistrado Hurtado del pasado lunes es como un acta notarial de la victoria política y jurídica de Díaz Ayuso sobre la Moncloa y Ferraz y sobre la que ella denomina -alguien le prepara los latiguillos con notable agudeza- “cuadrilla de Fortuny”. Óscar López podrá zaherir a Rodríguez con el 'güisqui-gate', pero políticamente (veremos si también judicialmente), está liquidado. La cinegética política de Díaz Ayuso puede presentar ya un muestrario de trofeos.
El 21 de febrero de 2022, Pablo Casado se suicidó en los estudios de la COPE porque, a preguntas de Carlos Herrera sobre la crisis del PP, tachó de corrupto al hermano de Isabel Díaz Ayuso, sin pruebas, y salió muerto de la conversación radiofónica. Dos días después, renunciaba al liderazgo de su partido y hacía mutis por el foro. El año anterior, 2021, Pablo Iglesias anunció en el mes de mayo su retirada de la política tras competir y fracasar sonoramente en las autonómicas madrileñas en las que Isabel Díaz Ayuso obtuvo con el PP 65 escaños frente a los 10 de Podemos. El pasado mes de noviembre, Juan Lobato resignaba sin pelea su cargo de secretario general del PSOE de Madrid después de haber esgrimido en la Asamblea de Vallecas el documento de confesión -en un procedimiento inicial de conformidad con la fiscalía- de dos presuntos delitos fiscales del novio de Isabel Díaz Ayuso.