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Pedro Sánchez, agente doble (sobre el colaboracionismo)
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Pedro Sánchez, agente doble (sobre el colaboracionismo)

Sánchez trabaja con una mano contra Trump y con la otra le alimenta a través de sus socios; con una dice ser progresista, pero su afán es que crezca la extrema derecha y gobierna sin presupuestos y sin el Parlamento. Es un agente doble

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE/Zipi Aragón)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE/Zipi Aragón)
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Los resultados electorales de Alemania han sido un bofetón con la mano abierta a Pedro Sánchez y al PSOE. Pero como en el gabinete del presidente del Gobierno está instalado el experto en la ‘ética del engaño’, su responsable, Diego Rubio, doctorado en Oxford sobre la materia, le ha confeccionado de inmediato el argumentario confortable. Pero ni por esas. Porque la novedad que nos remite Alemania no es que haya ganado Merz y la CDU-CSU, lo que se daba por descontado. Tampoco que la extrema derecha se haya constituido en la segunda fuerza política con más del 20% de los votos. Eso estaba previsto. También que no habría entente entre Merz y AfD. El mensaje alemán a España encierra avisos al socialismo populista gubernamental que Sánchez ha eludido dolosamente. Porque proyectan su fracaso.

El primero de ellos es que el SPD se ha derrumbado hasta el 16% de los votos y pasa a ser la tercera fuerza en una Alemania en la que siempre fue la primera o la segunda y, desde 1949, muy por encima de ese porcentaje. El SPD perteneció y abandonó luego la Internacional Socialista y la Alianza Progresista que se constituyó en Roma en 2013. Sánchez preside la primera y el PSOE es también miembro de la segunda. Obviamente, la inicial reflexión del 23-F alemán es que la socialdemocracia, como en otros países, se ha desplomado. Con la particularidad de que no por ello ha regateado su apoyo a la CDU de Merz para constituir un Gobierno de coalición que libre al país de una indeseable presencia de Alternativa para Alemania en el poder federal.

Lo que Sánchez calla de Alemania

Nada ha dicho sobre esos aspectos el presidente del Gobierno, que son los que le conciernen directamente. El comportamiento del progresismo germano ha sido exactamente el contrario al de Sánchez el 23 de julio de 2023, cuando el PSOE perdió las elecciones y decidió pactar con los partidos extremos de la izquierda y con los separatistas en vez de hacerlo con el PP, que obtuvo 137 escaños, 16 más que los socialistas. Con una mayoría de 258 escaños del PP y del PSOE, un Gobierno de coalición podría haber abordado la reforma constitucional que España necesita; fortalecido las instituciones y acometido un gran plan de medidas sobre el disfuncional Estado autonómico que ha sido pervertido por los nacionalismos y secesionismos, consecuencia de los pactos para la investidura del secretario general del PSOE.

Foto: El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, durante un pleno en el Congreso de los Diputados. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión
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El segundo aviso alemán sigue concerniendo al socialismo populista español: los aliados del SPD en el gobierno federal entre 2021 y 2025, se han ido al garete. Los liberales no han llegado al 5% de los sufragios y quedan fuera del Bundestag, y Los Verdes han reducido a 85 escaños (de 630) su presencia en la Cámara. En consecuencia, la coalición ‘semáforo’ ha sido duramente castigada por los alemanes. Por el contrario, han obtenido buenos réditos, la extrema derecha y la extrema izquierda postcomunista, Die Linke, organizaciones ambas que se han llevado, además, un alto porcentaje de votos entre los más jóvenes electores en el contexto de una participación del 83%, verdaderamente histórica.

La emergencia de estas dos fuerzas radicales (con capacidad de bloqueo en determinados aspectos) aconseja a la CDU y al SPD a intentar una reforma constitucional que flexibilice las actuales trabas a la capacidad de endeudamiento del Estado federal, mejorar las condiciones socioeconómicas de los territorios del este del país, renovar la industrialización obsoleta en sectores críticos, desburocratizar las administraciones públicas y, gran objetivo, invertir en defensa para, con ese conjunto de medidas, cumplir con el propósito de un rearme que se corresponda con la entidad de la primera económica de Europa.

El colaboracionista trumpista y el agente doble

A Sánchez, todo este seísmo alemán, que es también europeo, solo le sugiere que los “colaboracionistasdel PP deben romper (¿romper exactamente qué, en los municipios, y no el PSOE con Bildu o con ERC?) con Vox ‘como, supuestamente, la CDU’ ha hecho con Alternativa para Alemania, con la cual, jamás han tenido pacto alguno. Dejando al margen que entre el partido radical español y el germano hay diferencias importantes, tanto el vocabulario como la intención de Sánchez son especialmente miserables. El colaboracionismo es un concepto que remite al nazismo, al núcleo duro de lo que fue el régimen de Hitler. Los colaboracionistas fueron nazis, sin más paliativos. No es nuevo este recurso dialéctico de Sánchez. Ya lo empleó en Estrasburgo contra Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo, en diciembre de 2023.

Todos sus aliados coinciden con las tesis de Trump, tanto como el indigente político de la derecha radical, Santiago Abascal

La estratagema verbal del Sánchez es conocida como ‘reductio ad Hitlerum’, teorizada por el filósofo Leo Strauss en los años cincuenta del siglo pasado. Consiste en espetar al adversario que su discurso es similar a los de Hitler para expulsarle así del debate. Salvando las distancias, es lo mismo que la ‘reductio ad Francum’ que con tanta frecuencia utiliza Sánchez y sus coros y danzas para descalificar al adversario con el adjetivo de ‘franquista’.

La realidad de Sánchez es, por prosaica, ínfima. Es él un dechado de colaboracionismo: con los partidos golpistas catalanes dirigidos por huidos de la justicia y condenados (Puigdemont y Junqueras); es colaboracionista con la coalición (Bildu) que ampara, desde su propio líder, Otegi, a varios de los cargos de su dirección, a quienes fueron miembros activos de la banda terrorista ETA; es colaboracionista con el comunismo más anacrónico de Europa, representado por la fracasada Yolanda Díaz y el paquidermo político, Enrique Santiago, que, además, son antisemitas declarados; es colaboracionista con la autocracia porque gobierna sin presupuestos y al margen del Poder Legislativo, a golpe de decretos-ley.

Todos sus aliados —que le chulean como el pasado martes en el Congreso pudo comprobarse— coinciden con las tesis de Trump, tanto como el indigente político de la derecha radical, Santiago Abascal. Los socios del Gobierno, quizá con la excepción (¡a saber!) del PNV, no quieren suministrar armas y auxilios a Ucrania, tampoco asumen el compromiso de incrementar los gastos presupuestarios en defensa (hasta el 2%, ahora solo en el 1,28%) y resultan tan euroescépticos como los dirigentes de la extrema derecha e izquierda europeas. Son colaboracionistas del trumpismo y los dirige Pedro Sánchez, que, simplemente, juega a dos bandas. El presidente del Gobierno es un agente doble: parece que está con Ucrania y su presidente, pero acuna a sus adversarios en España; parece un europeísta convencido, pero no cumple los compromisos con la Unión; dice combatir a la extrema derecha, pero en realidad la alimenta con un ‘catering’ diario de oportunidades; pone como ejemplo a la CDU, a la que insultó, pero en realidad la detesta a través de su animadversión visceral al PP.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón) Opinión

¿Colaboracionismo? Sí, el suyo. Sánchez es un agente doble, como aquellos que servían a los aliados, pero trabajaban para el enemigo. Él lo hace con una mano contra Trump y con la otra le alimenta; con una mano dice ser progresista, pero su afán, con la otra, consiste en que crezca la extrema derecha, mientras depreda a la extrema izquierda. Y, en fin, dice construir democracia destrozando la Constitución. Este es el auténtico Sánchez.

Los resultados electorales de Alemania han sido un bofetón con la mano abierta a Pedro Sánchez y al PSOE. Pero como en el gabinete del presidente del Gobierno está instalado el experto en la ‘ética del engaño’, su responsable, Diego Rubio, doctorado en Oxford sobre la materia, le ha confeccionado de inmediato el argumentario confortable. Pero ni por esas. Porque la novedad que nos remite Alemania no es que haya ganado Merz y la CDU-CSU, lo que se daba por descontado. Tampoco que la extrema derecha se haya constituido en la segunda fuerza política con más del 20% de los votos. Eso estaba previsto. También que no habría entente entre Merz y AfD. El mensaje alemán a España encierra avisos al socialismo populista gubernamental que Sánchez ha eludido dolosamente. Porque proyectan su fracaso.

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