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Con el Abascal trumpista, absolutamente no
El PP no puede presentarse ante el electorado con la expectativa de que Abascal podría ser vicepresidente de un Gobierno de España tras su alineamiento impúdico con Trump
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La performance del pasado viernes en la Casa Blanca en la que Trump acosa a Zelenski con el concurso del ensañamiento de su vicepresidente, un tipo de vida desgraciada como se deduce de sus memorias y de un personajillo que se dice periodista, Brian Glenn, que zahiere al ucraniano por su indumentaria, contamina de manera inevitable a todos aquellos que, directa o indirectamente, se integren en la cultura de poder del trumpismo. Entre ellos están Santiago Abascal y Vox que, en una progresión de alocado radicalismo, se han alineado con el impúdico presidente de los Estados Unidos que es lo mismo que hacerlo con Vladímir Putin y contra la Unión Europea y contra los valores de las democracias liberales. Hasta tal punto que la fronteriza Isabel Díaz Ayuso ha arrojado la toalla considerando ya como “imposible” un entendimiento con Vox. También le ha sido imposible seguir en Vox al general de brigada retirado Agustín Rosety, exdiputado de la formación y expatrono de su fundación. El militar ha reprochado al alavés que “no es preciso ser el limpiabotas de Trump”. Su discurso del martes ante el Congreso norteamericano, celebrándose a sí mismo (“no hemos hecho nada más que empezar”) sugiere que seguirá en su deriva, que comienza a ofrecer signos de fracaso.
La hostilidad de Abascal y de su partido a Pedro Sánchez no les debe exculpar ante el electorado liberal y conservador, entre otras muchas razones, porque, a la postre, él y su organización constituyen la mejor coartada del socialista para pinzar a la única fuerza política en la derecha homologable a las democráticas europeas que es el Partido Popular integrado en Bruselas en el PPE, el grupo parlamentario más importante.
Concurren, además de razones de pragmatismo político, otras de naturaleza ética e ideológica. La conexión de Vox y de Abascal con el espacio más amplio de la derecha es cada vez más circunstancial, especialmente tras la elección de Trump. La participación de Abascal en los fastos patrocinados por el presidente de los Estados Unidos, desde su toma de posesión hasta la reciente convención de los partidos radicales (la conocida por su acrónimo CPAC) le introducen en un callejón sin salida porque le decantan contra los intereses (y los valores) de la sociedad española en cuestiones que trascienden al gobierno de turno, este y cualquiera otro.
Lo que Abascal tendría que explicar
¿Cómo explica Abascal su apoyo al norteamericano que ha declarado oficial el inglés en detrimento de nuestro idioma que hablan allí más de 45 millones de personas, suprimido de todas las webs de su administración, incluida la de la Casa Blanca? ¿Cómo reaccionará Abascal ante la imposición de aranceles a los productos españoles, especialmente los agrícolas y ganaderos, que exportamos a Estados Unidos y que entrarán en vigor el 2 de abril? ¿Cómo podría seguir secundando a Trump si, hipótesis más que verosímil, se consumase una ya temida reivindicación formal por Marruecos, su aliado, de la soberanía sobre Ceuta y Melilla? ¿Cómo, en fin, explicaría Abascal su posición si, como también parece, se consolida el control ruso sobre Crimea -invadida en 2014- y sobre los territorios bajo ocupación en el este de Ucrania?
¿Cómo explica Abascal su apoyo a Trump que ha declarado oficial el inglés en detrimento de nuestro idioma que hablan allí más de 45 M ?
Según el último sondeo de Metroscopia, posterior al lamentable espectáculo de Trump en la Casa Blanca, se observa que las políticas del presidente de EEUU “estarían generando malestar en algunos de estos votantes, en la medida en que el discurso de Trump resulta contrario a los intereses de la Unión Europea y de España”. Constata el estudio que la situación de Ucrania y el aparente alineamiento de Vox con Trump “confronta con la opinión de una parte importante de sus votantes” (ver aquí la encuesta completa)
Trump: "No es una buena noticia" para la derecha
La Fundación para el Análisis y Estudios Sociales (FAES), próxima al PP y que le presta un servicio de apoyo muy útil al partido, aunque haya dejado de estar bajo su control, ya advirtió que la elección de Trump no era “una buena noticia”. Antes del horrísono espectáculo del linchamiento de Zelenski en la Casa Blanca, pero después de la convención trumpista de Washington de febrero pasado, la fundación que preside José María Aznar, desafiando muchos tópicos interesados, emitió esta nota editorial (titulada, “Brazos en alto”) que merece su cita íntegra:
"Cada vez que Vox escenifica su adhesión a la Internacional nacionalista provoca la zozobra de simpatizantes", dice el texto
“Cada vez que Vox escenifica su adhesión a la Internacional nacionalista provoca la zozobra de simpatizantes y afines, atrapados en una tormenta de paradojas. Anda el trumpismo patrio hecho un mar de dudas. Lógico: así, a simple vista, no parece muy patriótico ni de derechas aplaudir aranceles de represalia contra productos españoles; tampoco secundar –por activa o pasiva– la victoria de un ex coronel del KGB. Confundir la Rusia de Putin –una cleptocracia mafiosa– con el cumplimiento de las promesas de Fátima es tan pintoresco como fiar al cliente de Stormy Daniels la restauración de la moral tradicional”.
Y añadía:
“La convención de Washington ha tenido de “conservadora” lo que el Palmar de Troya tuvo de católico. Hemos visto un conciliábulo donde se levantan muchos brazos: para rendirse a la Santa Rusia o para presumir de provocación gamberra. Por desgracia, no tuvo demasiado eco el mensaje de Meloni: Occidente es tan inconcebible sin Estados Unidos como sin Europa. Es natural que no lo secundara Vox, responsable de romperle a la italiana su grupo en el Parlamento Europeo, sumándose a la quinta columna del Putin club. Y eso que alguno del tinglado se ausentó de la convención temiendo ser confundido con gente poco recomendable. Convendría tomar nota. Si estás en un sitio donde llaman al partido de Le Pen ultraderechita cobarde, preocúpate: ya solo podrás competir con Gengis Kan.”
Vox y Sánchez, la otra coalición
Parece evidente que va llegando el momento de que el PP enfrente la estrategia definitiva ante Vox, que consistiría en negarle la posibilidad de una coalición en el caso de que sus votos fuesen necesarios, que lo serán, para llevar a Feijóo a la Moncloa. Que recaiga sobre Abascal y su camarilla la responsabilidad de que, tras las elecciones, se celebren cuando se celebren y en todo caso en 2027, la izquierda y los secesionistas sigan en el poder con Sánchez otra vez en la Moncloa. Entre el socialista y el voxista, existe una coalición inversa productiva para ambos.
Parece evidente que va llegando el momento de que el PP enfrente la estrategia definitiva ante Vox: negarle la posibilidad de una coalición
Según el manual destructivo del trumpismo, es posible que los de Vox prefirieran convertirse en sansones que perecen con todos los filisteos en el templo del Congreso. Allá ellos. Pero, fuese así o no, el Partido Popular, no puede presentarse ante el electorado con la expectativa de que Abascal podría ser vicepresidente de un Gobierno de España para repetir, a la inversa, el espectáculo de la actual coalición. Con este Abascal trumpista, que purga su partido cada dos por tres, y que podría ya estar en negociaciones con Alternativa para Alemania para integrar a sus 14 diputados en Bruselas en el grupo de Patriotas por Europa, ni a heredar. Absolutamente no.
La performance del pasado viernes en la Casa Blanca en la que Trump acosa a Zelenski con el concurso del ensañamiento de su vicepresidente, un tipo de vida desgraciada como se deduce de sus memorias y de un personajillo que se dice periodista, Brian Glenn, que zahiere al ucraniano por su indumentaria, contamina de manera inevitable a todos aquellos que, directa o indirectamente, se integren en la cultura de poder del trumpismo. Entre ellos están Santiago Abascal y Vox que, en una progresión de alocado radicalismo, se han alineado con el impúdico presidente de los Estados Unidos que es lo mismo que hacerlo con Vladímir Putin y contra la Unión Europea y contra los valores de las democracias liberales. Hasta tal punto que la fronteriza Isabel Díaz Ayuso ha arrojado la toalla considerando ya como “imposible” un entendimiento con Vox. También le ha sido imposible seguir en Vox al general de brigada retirado Agustín Rosety, exdiputado de la formación y expatrono de su fundación. El militar ha reprochado al alavés que “no es preciso ser el limpiabotas de Trump”. Su discurso del martes ante el Congreso norteamericano, celebrándose a sí mismo (“no hemos hecho nada más que empezar”) sugiere que seguirá en su deriva, que comienza a ofrecer signos de fracaso.