:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2F0c5%2F63d%2Fa5d%2F0c563da5def6cac2db3cbe025cb5b55e.png)
Notebook
Por
Sánchez y La Caixa resucitan a Convergencia
La batalla en el Grupo La Caixa se dirimió hace unos meses en una tensa sesión del patronato de la Fundación que designó a Josep María Coronas director general. Los términos del debate, gritos incluidos, dejaron escaras en personalidades singulares
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F103%2Fd61%2F46b%2F103d6146b5553c9323c112585c1df617.jpg)
Las tradicionales fuerzas vivas catalanas han recuperado oxígeno tras el fracasado proceso secesionista y se están encargando de revivir a la extinta Convergencia, a la espera de que Junts vaya derivando, ya sin Carles Puigdemont al frente, un líder en liquidación por oxidación, hacia esa sofisticada centralidad que quedaba reflejada en el sintagma, peix al cove, es decir, políticas pragmáticas que Jordi Pujol practicó con los gobiernos de González y con el primero de los de Aznar.
A la Cataluña confederal solo le falta el concierto
El urdidor remoto de la Cataluña que desembocó en el nefasto octubre de 2017 ha expresado en sus conversaciones privadas el pesar que le invade por el mal cálculo de los que protagonizaron la sedición. Aconseja ahora, a sus muy trabajados pero lúcidos 94 años, seguir pujando por la nación catalana, pero olvidar su estatalidad. La fórmula actual de mantener cercado a Pedro Sánchez es perfecta para ese propósito porque configura de hecho una realidad confederal a la que le falta todavía el largo trecho de una financiación singular que no sería otra cosa que la excepcionalidad de Cataluña, fuera del régimen común y próxima al sistema concertado vasco y navarro. Los dineros y los intereses han sustituido la anterior prioridad de la amnistía efectiva a Puigdemont y a los condenados por malversación.
En este nuevo proceso, que no es secesionista propiamente, pero que se plantea máximos de autogobierno similares a los propios de un modelo bilateral con el Estado asemejando a él a Cataluña en todo menos en las políticas de defensa y, en parte, en las de relaciones exteriores, el protagonismo corresponde al empresariado de Barcelona que, valiéndose de los votos de Junts en el Congreso para disciplinar a la izquierda, ha conseguido el regreso de la sede de la Fundación La Caixa, de Criteria y del Sabadell. Foment, la patronal, con Josep Sánchez Llibre a la cabeza, actúa de paraguas de la operación retorno, insertada en la CEOE, y cuenta con el lobby del Cercle d'Economia, que ofrece el escenario en el que se retratan, a menudo con propósitos de apaciguamiento, los líderes políticos en el Gobierno y en la oposición. Por ese foro han pasado todos los problemas que ocupan a la decaída, pero de nuevo animosa, burguesía de la Ciudad Condal. En su última representación, el pasado lunes, brillaron por su ausencia en el orden del día los perdones a los sediciosos y abundaron los asuntos de los altos menestrales.
Dos operaciones recientes, diseñadas por estrategas mercantiles, aunque con inspiraciones políticas, han sido decisivas para delatar ese regreso convergente. Pujol, en una entrevista privada, a invitación suya, celebrada en su oficina de expresidente en el Paseo de Gracia, tiempo antes de su confesión de fraude fiscal y que relato en el ensayo de Mañana será tarde, fue taxativo y transparente conmigo: Cataluña se significa en tres instancias: Monserrat, La Caixa y el Barça. Los nacionalismos, todos sin grandes diferencias, enarbolan estandartes identitarios con fuerza emotiva.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ff88%2F8d4%2F172%2Ff888d41725530deb9e61bdd0ce447914.jpg)
Ruptura interna en La Caixa
El Grupo La Caixa es el emblema del poderío financiero de Cataluña, aunque su marca bancaria, CaixaBank, mantiene todavía su sede en Valencia y es el primer banco doméstico español. Sin embargo, el regreso a Barcelona de la Fundación (con un presupuesto de más de 650 millones) y de Criteria, su sociedad de cartera (30.000 millones en participaciones empresariales), se ha entendido como un parteaguas, como la frontera entre la excepcionalidad y la normalización, o la apariencia de ella. Lo haya sido o no, lo cierto es que ha resultado funcional para el nacionalismo y un rentable dividendo que ha cobrado solidariamente con Sánchez y con su discreto vicario en la Generalitat, Salvador Illa.
Isidro Fainé es como un Pujol en versión remasterizada y por su edad y por la facilidad con la que se desprende de sus colaboradores más próximos, sean históricos (López Burniol, Antonio Vila, por ejemplo), sean recientes (Juanma Nin, Ángel Simón, por ejemplo), ha provocado juicios contradictorios sobre la última fase de su gestión. Con una mano, dicen las tesis menos amables con el presidente de la Fundación, ha complacido a Illa y a Sánchez volviendo de donde salió por pies en 2017, a Barcelona. Con la otra, ha fulminado a Ángel Simón, como consejero delegado de Criteria solo quince meses después de su fichaje, un gestor discretamente cercano al PSC y la Moncloa, pero buen profesional.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F7fa%2F975%2F90f%2F7fa97590f368bc6441f2b96867433668.jpg)
Tras la decisión de prescindir de Simón, al margen de las explicaciones canónicas, sombrean dos episodios amargos y poco compatibles con el estilo del Grupo: el despido en la Moncloa, tan zafio, de Álvarez-Pallete, siempre apreciado por Fainé, pero que se aquietó hasta el exceso a los deseos de Sánchez; y el enfrentamiento interno entre representantes de dos tendencias en la Fundación. De un lado, los más veteranos para los que Simón era un gestor suficientemente independiente; y de otro, los que, más jóvenes, patrocinan el propósito de aproximarse a las tesis neoconvergentes del empresariado barcelonés. La batalla se dirimió hace unos meses en una tensa sesión del patronato de la Fundación en la que se designó a Josep Maria Coronas director general de la entidad, cargo que simultanea con la secretaría del consejo de Criteria. Mucho poder. Los términos del debate en esa sesión del patronato, gritos incluidos, han dejado escaras en personalidades muy singulares.
La complacencia del Partido Popular
El nombramiento de Francisco Reynés como vicepresidente ejecutivo de Criteria, en sustitución de Simón, pero con otra denominación, al tiempo que desempeña la presidencia de Naturgy, cierra una estrategia que responde a un reparto de influencias en el que entra en juego el Partido Popular. Coronas y sus apoyos se insertan en el catalanismo nacionalista que confía en la evolución de Junts. Reynés es un conservador, un moderado, con buenas relaciones con Génova. Desde allí se ha contemplado todo este movimiento con una discreción complaciente. A los populares les ha satisfecho la destitución de Simón tanto como el nombramiento de Reynés. Y especialmente lo ha hecho a aquellos sectores de la derecha que esperan el advenimiento de una nueva Convergencia con la que, acaso, sea posible pactar en el futuro.
En este fresco descriptivo se tiene que situar el acoso de las fuerzas vivas catalanas contra la opa del BBVA al Sabadell. Josep Oliu se ha enfrentado al banco que preside Torres con el argumentario más emocional (el identitario) para frustrar la primera Oferta Pública de Adquisición "hostil" en el sector financiero. Con el Sabadell, esta es la tesis, se "opaba" también a Cataluña. No es verdad, pero no importa que no lo sea. Tampoco ha importado en absoluto en qué situación de postración queda el regulador (la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) y cómo de excéntrica y populista es la consulta pública del Gobierno para resguardarse de la responsabilidad última de desautorizar la operación admitida con condiciones por la CNMC. Aunque el PP discrepa del procedimiento asambleario de Sánchez, que cuestiona a Teresa Ribera, declinante responsable comunitaria de Competencia, se ha cuidado muy mucho de romper la frágil estabilidad de la relación del partido con el empresariado neoconvergente, potencial mediador en su relación con la ‘nueva’ Convergencia.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F228%2F9c8%2Fa38%2F2289c8a389e3b75cb18cdc8e3bd7f41b.jpg)
Gana la burguesía con el voto del PSC
Cataluña se ha convertido, en detrimento del País Vasco y de la gestoría que maneja el PNV, en el crisol de intereses políticos quizá decisivos en un futuro próximo. El regreso del partido que fundara Pujol y que hiriesen de muerte Mas y Puigdemont se produce, sin embargo, a hombros del electorado socialista del área metropolitana de Barcelona siempre supeditado, por unas razones o por otras, a los propósitos e intereses de la burguesía de la capital. Sánchez y la Caixa, con el PP al fondo, un auténtico cuadro de situación. Alerta, sin embargo: en este enredo se han mezclado, como en un pisto a la bilbaína, la empresa y la política, las finanzas y las ideologías, la ganancia material y la electoral. Y personalidades poliédricas y complejas que, en bandos diferentes, no han firmado el armisticio.
Las tradicionales fuerzas vivas catalanas han recuperado oxígeno tras el fracasado proceso secesionista y se están encargando de revivir a la extinta Convergencia, a la espera de que Junts vaya derivando, ya sin Carles Puigdemont al frente, un líder en liquidación por oxidación, hacia esa sofisticada centralidad que quedaba reflejada en el sintagma, peix al cove, es decir, políticas pragmáticas que Jordi Pujol practicó con los gobiernos de González y con el primero de los de Aznar.