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Un fado (mortal) dedicado a Pedro Sánchez
El país vecino es el espejo en el que se mira Sánchez tras el desplome socialista allí, en Alemania, en Francia y en Grecia. El presidente aplazará su derrota hasta 2027, pero será inevitable
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Advertía Fernando Pessoa que "los portugueses son esencialmente cosmopolitas". Y que "un verdadero portugués nunca ha sido portugués: siempre lo ha sido todo". Portugal es, sí, un pequeño país que, sin embargo, ofrece una historia repleta de protagonismos, presencias y referencias. Hoy, el presidente del Consejo de la Unión Europea es Antonio Costa, exlíder del Partido Socialista, y el secretario general de la ONU es António Guterres, otrora también dirigente socialista y, ambos, ex primeros ministros de su país. Los dos representan la nostalgia melancólica de lo que fue la izquierda en Portugal y, al tiempo, son símbolos de lo en que se ha quedado tras las elecciones legislativas del pasado domingo. El Partido Socialista portugués empató a escaños (58) con la derecha radical de Chega y a casi diez puntos (23,38%) de distancia del ganador de los comicios, la centroderechista Alianza Democrática de Luis Montenegro (32,10%).
Portugal, tanto en el siglo pasado como en el presente, adelanta las tendencias que luego se materializan en España. Los portugueses tuvieron a su particular Franco (Oliveira Salazar 1889-1974) y a su también Arias Navarro (Marcelo Caetano, sucesor del dictador entre 1968 y 1974). Luego transitaron su camino a la democracia con los claveles en las bocas artilleras de los tanques en la revolución del 25 de abril de 1974, mientras nosotros tardamos hasta 1978 en disponer de una Constitución democrática. La versión portuguesa de Felipe González la encarnó Mário Soares (1924-2017), secretario general del Partido Socialista, dos veces primer ministro y presidente de la República. Su José María Aznar fue Aníbal Cavaco Silva, la gran figura conservadora del país, diez años primer ministro (1985-1995) y luego, presidente de la República (2006-2016).
El aldabonazo del pasado domingo en Lisboa se escuchó atronadoramente en la Moncloa. No ha sido el primero, pero si el más ruidoso, el más amenazador. Otro trueno sonó el 23 de febrero pasado cuando en Alemania, el Partido Socialdemócrata (SPD) se desplomaba hasta el 16,4% de los sufragios superado por Alternativa por Alemania, la extrema derecha, con un 20,8%, mientras la CDU/CSU del actual canciller Merz lograba la victoria con el 28,5% de los votos. Antes, el socialismo había quedado reducido a un grupúsculo en Francia, desaparecido en Italia y relegado en Grecia (el histórico Pasok) a la tercera plaza del ranking (11,16%), superado por Syriza, a su izquierda (17,84%), con la rotunda victoria de la derecha de Nueva Democracia (40,56%). Los partidos socialistas forman una internacional de perdedores que, quizá no por casualidad, preside el secretario general del PSOE. Este es el contexto internacional en el que se desenvuelve la segunda parte de la XV legislatura española y lo que explica, entre otras razones, que Pedro Sánchez no disolverá las Cortes Generales para celebrar nuevos comicios.
El secretario general del PSOE sabe perfectamente que lo que le espera a la izquierda española, sobre poco más o menos, es lo que le ha ocurrido a las de Alemania, Grecia, Italia, Francia y, sobre todo, a la de Portugal. No es la fortaleza la que impulsa a Sánchez a continuar hasta 2027. Es, muy por el contrario, la debilidad, la seguridad, en fin, de que él y su partido perderán las elecciones y que, por lo tanto, la opción de retrasar la derrota es la mejor de todas las posibles. Puede hacerlo porque ha subvertido el sistema constitucional: es el único Gobierno de la Unión sin Presupuestos; el único con una eclosión de putrefacta corrupción; el único que se alía con delincuentes condenados como tales por sentencia firme; el único que coloniza las instituciones; el único que se asocia con la extrema izquierda anti atlantista en tiempos de guerra en el Continente y el único que asevera, y lo hace, que gobierna sin contar con el Parlamento.
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Todo eso le pasará una factura que conducirá al PSOE a la quiebra, a un concurso de acreedores que lo postrará por muchos años (como a otros socialismos europeos). Pero se concitan realidades añadidas más arraigadas de desafecto, de aversión a este Gobierno y que no pueden diluirse con el manejo de la agenda mediática sea con la cosa de Eurovisión, el falso ciberataque al sistema eléctrico, el mendaz sabotaje a la circulación ferroviaria, el cuento del ‘acoso y derribo’ al Gobierno, el mentiroso embargo a Israel o la resucitación (que no se consumará) de la iniciativa de regularizar a medio millón de inmigrantes. Tampoco estratagemas tan indignas como la del secretario general del PSOE en Extremadura, el tal Gallardo, pasan desapercibidas.
Todo cuenta, pero pesa como una losa la ausencia casi absoluta de eficacia gestora que se manifiesta en la frustración de las generaciones más jóvenes -sin posibilidad de acceder a la vivienda, con sueldos de subsistencia-, la progresión de la desigualdad entre las comunidades españolas, que alcanza ya niveles escandalosos, (lean esta entrevista de Javier Jorrín al catedrático Fernández Villaverde) y, sí, también, la cuestión migratoria que, en vez de someterse a un debate racional y no emocional, tal y como preconizan los académicos Rodolfo Gutiérrez y Carmen González Enríquez, ponentes del documento del Círculo Cívico de Opinión titulado Inmigración en España: por una conversación pública racional (pinchar aquí para su lectura íntegra), se emplea como ardid para la elusión de responsabilidades.
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Como escribía Pessoa, los portugueses son cosmopolitas y por eso nos llevan ventaja en registrar el signo de los tiempos. Nos parecemos a ellos -y nos padecen, como con el apagón que por causa nuestra les afectó también a ellos- mucho más que a los alemanes, que a los franceses o que a los griegos. Nuestras historias son, por épocas, paralelas y por eso el electorado luso le tarareó a Sánchez un fado, que es la canción fatalista portuguesa- políticamente mortal. Portugal es el espejo de lo que será España. ¿Cuándo? Eso mismo nos preguntábamos cuando allí estalló la Revolución de los Claveles (1974) y aquí seguíamos con Franco. El desfase de España sobre el ritmo de Portugal es siempre menor al quinquenio, así que habrá que esperar al 2027. Luís Montenegro no tuvo miedo y adelantó los comicios. Sánchez lo tiene, y no los convocará hasta el último segundo del último minuto del plazo legal.
Advertía Fernando Pessoa que "los portugueses son esencialmente cosmopolitas". Y que "un verdadero portugués nunca ha sido portugués: siempre lo ha sido todo". Portugal es, sí, un pequeño país que, sin embargo, ofrece una historia repleta de protagonismos, presencias y referencias. Hoy, el presidente del Consejo de la Unión Europea es Antonio Costa, exlíder del Partido Socialista, y el secretario general de la ONU es António Guterres, otrora también dirigente socialista y, ambos, ex primeros ministros de su país. Los dos representan la nostalgia melancólica de lo que fue la izquierda en Portugal y, al tiempo, son símbolos de lo en que se ha quedado tras las elecciones legislativas del pasado domingo. El Partido Socialista portugués empató a escaños (58) con la derecha radical de Chega y a casi diez puntos (23,38%) de distancia del ganador de los comicios, la centroderechista Alianza Democrática de Luis Montenegro (32,10%).