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Por
El relevo de Pedro Sánchez
Sin perfiles como los de Eduardo Madina, el PSOE no tiene otro futuro que convertirse con Sánchez en una España Insumisa como la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Para que eso no suceda, sube enteros Salvador Illa
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Resistir y aguantar. Esos son los dos verbos que conjugan en la Moncloa y en Ferraz. Nunca fue cierto que aquellos que se atrincheran terminen siendo los ganadores del envite. Por el contrario, el que resiste, acaba perdiendo porque resistir no es otra cosa que situarse a la defensiva. En ella está el PSOE de Sánchez que, aunque víctima de la taxidermia orgánica a la que le ha sometido su secretario general, dispone de cierto instinto de conservación. Por eso, ya se bisbisea sobre el futuro de su liderazgo, y, por lo tanto, de su relevo y sustitución.
La apariencia berroqueña de Sánchez es eso, apariencia, pero no se corresponde ni con su ánimo personal ni con el colectivo de sus entornos. La épica que orla al líder socialista y le atribuye una inmunidad absoluta al desánimo y le connota con virtudes casi heroicas, es puro relato, mera construcción comunicativa. Otra cosa es la temeridad propia de los caudillos populistas, elenco del que Sánchez forma parte. Por eso se dialoga en privado sobre quién y cómo será el que le podría suceder al frente de la organización y de qué manera debería conducirse el partido en una nueva fase histórica en la que, durante un largo tiempo, tendrá que purgar sus errores éticos y políticos. El liderazgo de Sánchez, ya en clara decadencia y amortización, está arrasando la entraña del partido. Del que dependen muchas nóminas.
Los fracasos se acumulan (el de la amnistía, tiene una dimensión internacional del altísimo voltaje) al mismo tiempo que para sortearlos se traspasan supuestas líneas rojas que de continuo se desplazan. La corrupción que acosa a Sánchez está adquiriendo unas dimensiones tan insoportables para él como para el PSOE. No hace falta insistir en la proximidad al presidente del Gobierno -familiar y política- de los implicados en procesos judiciales que le comprometen.
Cuando se destapen, ya se están conociendo, las fechorías del secretario de organización del partido, Santos Cerdán, confirmado tozudamente por Sánchez en el último congreso del PSOE, se soltará el tornillo de esta construcción efímera que es el régimen que ha instalado el secretario general socialista. Será el detonador que hará estallar el arsenal de suciedad que se acumula, como en un síndrome de Diógenes político, en los trasteros de la Moncloa y de Ferraz. Nada digamos si las investigaciones penales se acercan a sus propios comportamientos y decisiones.
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El brutal ataque de Óscar Puente a Eduardo Madina -para los hiperventilados del PSOE el ministro vallisoletano sería el único que podría hacerse cargo de la organización una vez caído Sánchez- ha provocado consternación en un amplio sector de la organización que, aunque opuesta a Sánchez, se ha mantenido silente. Si Eduardo Madina, un militante socialista que ha dejado la política activa , que compitió con Sánchez por la secretaría general en 2014, que fue víctima del terrorismo etarra sin que él haga mención a la tragedia que padeció, que ha conseguido una posición profesional respetada en la vida civil, es un "resentido" que no ganaría en "la asamblea del partido en su pueblo", según el ministro, es que este PSOE expulsa toscamente a personalidades que, por razones generacionales y de templanza ideológica, podrían recuperar una socialdemocracia que Sánchez ha despilfarrado. Sin perfiles como los de Madina, el PSOE no tiene otro futuro que convertirse en una España Insumisa como la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Por lo demás, no son pocos los que no le perdonan al vizcaíno la conversación que mantuvo mano a mano con Felipe González en CaixaForum en enero del pasado año.
La mayoría en el PSOE quiere que siga siendo el PSOE, pero los científicos sociales confirman que su secretario general recibe en estos momentos, en términos relativos, mayor apoyo de la extrema izquierda que de su propio partido. Esa es la única razón que sostiene el suelo electoral de Sánchez: la absorción de Sumar y de otros grupúsculos y el respaldo fanatizado de los sectores podemizados del PSOE.
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Si Puente pudiera configurarse como una alternativa (por increíble que parezca, circula la hipótesis) tiene mucho más sentido que la mayoría de la minoría que conversa sobre este tema observe el perfil de Salvador Illa como el más idóneo para un tránsito del socialismo por el desierto tras ser expulsado por las urnas de su actual poder. Solo Cataluña es hoy por hoy un territorio claramente favorable para el socialismo. No solo aporta al PSOE, a través del PSC, diecinueve escaños en el Congreso. También le asegura la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona y recursos tanto orgánicos como financieros. Illa, además, garantiza una relación posibilista con los nacionalismos vasco y catalán, éste último a la baja por el corrimiento de Junts, incluso de ERC, hacia las posiciones ultras de la Aliança Catalana de Sílvia Orriols.
El salto de Illa de la primera secretaría del PSC al liderazgo del PSOE, o eventualmente, a encabezar la lista electoral socialista en unas próximas elecciones, es de los que se califica de ‘mortal’ por arriesgado, pero no imposible. El elemento más disuasorio lo expresa así un dirigente cercano al presidente de la Generalitat: ‘será desvestir a un santo para vestir a otro, porque ¿quién le sustituye en el PSC y en el gobierno catalán?’ A lo que otros responden: ‘Aznar, Rajoy y Feijóo vinieron de la junta de Castilla y León y, los gallegos, de la Xunta, o sea, de la España periférica y tuvieron recambios". Curiosamente, la opción García Page, no puntúa.
Salvador Illa mantiene -y eso le hace más idóneo para sustituirle- una estricta fidelidad a Sánchez, pero se conduce de manera personal por completo diferente. Es de otra pasta en la que caben muchos más registros que en la del presidente del Gobierno. Atiende a las formas de manera escrupulosa; evita radicalidades verbales; tiene capacidad de comunicación tanto pública como privada (¡si se supiera la variedad de sus interlocutores ¡) y representa, no tanto la moderación (al final, gobierna con los radicales de ERC y de los Comunes) como los buenos modales, la urbanidad y el sentido de la mesura. Además, sus apoyos están en el PSC y, no pocos, en el PSOE, pero también extramuros de ambas organizaciones, tanto en Barcelona como en Madrid.
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Plantear el relevo de Sánchez será considerado un desiderátum de parte. Sin embargo, está sobre algunas mesas y en no pocas conversaciones. Porque, y en los próximos días la situación se agravará para él, lo peor para Sánchez está por venir y lo que hoy es un bisbiseo será un abierto debate en no demasiado tiempo. Su espeso silencio de ya cuarenta y cuatro días es elocuente de su incapacidad de salir airosamente del laberinto en el que ha convertido su temeraria ambición y su proverbial inconsciencia.
Resistir y aguantar. Esos son los dos verbos que conjugan en la Moncloa y en Ferraz. Nunca fue cierto que aquellos que se atrincheran terminen siendo los ganadores del envite. Por el contrario, el que resiste, acaba perdiendo porque resistir no es otra cosa que situarse a la defensiva. En ella está el PSOE de Sánchez que, aunque víctima de la taxidermia orgánica a la que le ha sometido su secretario general, dispone de cierto instinto de conservación. Por eso, ya se bisbisea sobre el futuro de su liderazgo, y, por lo tanto, de su relevo y sustitución.