Fraude (Vox) por fraude (Sánchez)
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Fraude (Vox) por fraude (Sánchez)

En España se ha puesto en marcha toda una operación para la minimización del PP en la que convergen Vox y el PSOE, que encuentran en su antagonismo la oportunidad de fortalecerse y de sobrevivir

Foto: l líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/J.J. Guillén)
l líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/J.J. Guillén)
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La única fuerza política emergente en España es Vox, según la decena de sondeos preelectorales publicados en las dos últimas semanas. Una media de todas ellas da al partido que preside Santiago Abascal entre el 15% y el 17% en estimación de voto. Este movimiento social que fortalece a Vox se corresponde con lo que sucede en otros países. En Alemania AfD es la segunda fuerza política federal y ha triplicado sus resultados en las municipales en el estado de Renania del Norte-Westfalia (del 5% al 16%), el más habitado del país. En Portugal, Chega superó a los socialdemócratas en los comicios celebrados en mayo pasado. En el Reino Unido ha causado una honda y preocupada impresión la multitudinaria manifestación del pasado día 13 en Londres de más de 100.000 personas convocadas por la nueva extrema derecha británica contra la inmigración. Y en Francia, RN de Marine Le Pen pugna por la primera posición en las encuestas. Donald Trump es el fondo de pantalla de este nuevo estatus quo.

Una de las razones del crecimiento de estas opciones radicales de derecha consiste en la enorme dificultad de los partidos conservadores y liberales de oponerles un discurso competitivo que rescate a grandes bolsas de electores -especialmente jóvenes- que militan de forma decidida en la antipolítica. También a otras integradas por ciudadanos de clases medias y populares frustradas ante unas expectativas de progreso y bienestar poco probables. La izquierda, como es habitual, se declara ajena a cualquier tipo de responsabilidad en la feracidad de estos movimientos políticos extremos y reprocha a los partidos conservadores no comportarse como ‘diques de contención’.

En España se ha puesto en marcha toda una operación para la minimización del Partido Popular en la que convergen Vox y el PSOE, Abascal y Sánchez que encuentran en su antagonismo la oportunidad de fortalecerse -en el caso de la extrema derecha- y de sobrevivir -en el caso del socialismo populista e iliberal de Sánchez. El PSOE y Vox se han instalado en la lógica de los bloques, en una situación binaria y de confrontación que se retroalimenta y que resta margen a las opciones con vocación de cierta transversalidad.

Las propuestas de Vox, sin embargo, son tan fraudulentas -por inviables e incumplibles- como las de Sánchez, igualmente irrealizables. No es posible reducir el fenómeno de la inmigración con deportaciones masivas (¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?), ni recentralizar el Estado, ni imponer un paradigma de comportamiento social. Todas esas proclamas de Abascal son tan falsas como las de Sánchez que no ha cumplido ni una sola de las que se comprometió con sus socios de investidura, renegando del programa electoral con el que se presentó a las elecciones del 23-J. Para Sánchez el incremento de Vox es el único discurso para la movilización de sus electores tratando de convocar a los más extremistas que han depositado su papeleta hasta ahora en la extrema izquierda. El frentismo sanchista y su radicalidad, su connivencia con los partidos antisistema y su propósito subversivo, son estímulos objetivos para un voto emotivo y visceral que secunda a Vox y Abascal y ahoga, así, cualquier espacio central que trate de proponer políticas sensatas.

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Esta manipulación política a gran escala no es nueva. Se basa en la excitación de los sentimientos menos nobles de los ciudadanos y, sobre todo, en la mentira. En nuestro país este experimento lo manejan con conciencia de su nocividad tanto Abascal como Sánchez, perpetrando ambos un fraude histórico porque ni el uno ni el otro aportan fórmulas de solución realistas sino medidas hiperbólicas basadas en la exageración y el paroxismo confrontativo. Desde ambas trincheras se dispara sobre el mismo adversario-enemigo: la opción que representa el Partido Popular. Su presidente, Núñez Feijóo ha reconocido que ‘Sánchez cabrea a los españoles para beneficiar a Vox’. Formulado de un modo coloquial e incompleto, ese es, sin embargo, el meollo de la cuestión.

¿Qué puede hacer el PP? Ya se sabe que a peor Gobierno -y el de Sánchez es pésimo- más exigencia a la oposición. Esta es la tesitura en la que se encuentra la dirección popular. Es difícil determinar cómo podría salir Feijóo de este doble frente que ataca al proyecto que encabeza. Es seguro que nunca funcionará el apaciguamiento ante las propuestas fraudulentas de Vox, ni la benignidad con las políticas gubernamentales. El reto para el PP -lo viene siendo de tiempo atrás- consiste en aumentar el talento y la inteligencia en su organización, acumular propuestas con medidas practicables que sean entendibles y lograr un estilo más propio que defina su identidad ideológica. Y perseverar en las políticas reformistas.

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La pinza entre Vox y el PSOE de Sánchez aprieta sin piedad y, como ha ocurrido en otros países en los que creímos que las estructuras de sus partidos eran sólidas, es posible que el auge de Vox sea irremediable en tanto no haya una izquierda responsable que, como en Alemania, apueste por la centralidad. Esa izquierda no la ha representado, ni la representa, ni la representará ya Pedro Sánchez y por esa razón es probable que nuestro país, inevitablemente, se encamine con rapidez hacia un modelo bloquista. Si así fuese, y parece que así será, la responsabilidad concernirá a los que con voluntad dolosa buscan el choque. Del que se deducirá un fin del sistema constitucional de 1978 que ya renquea banderilleado por la deslealtad de la izquierda y la extrema izquierda que comanda Sánchez y sus socios y que desea la extrema derecha del Vox de Abascal. España entra en un crepúsculo democrático difícilmente esquivable.

La única fuerza política emergente en España es Vox, según la decena de sondeos preelectorales publicados en las dos últimas semanas. Una media de todas ellas da al partido que preside Santiago Abascal entre el 15% y el 17% en estimación de voto. Este movimiento social que fortalece a Vox se corresponde con lo que sucede en otros países. En Alemania AfD es la segunda fuerza política federal y ha triplicado sus resultados en las municipales en el estado de Renania del Norte-Westfalia (del 5% al 16%), el más habitado del país. En Portugal, Chega superó a los socialdemócratas en los comicios celebrados en mayo pasado. En el Reino Unido ha causado una honda y preocupada impresión la multitudinaria manifestación del pasado día 13 en Londres de más de 100.000 personas convocadas por la nueva extrema derecha británica contra la inmigración. Y en Francia, RN de Marine Le Pen pugna por la primera posición en las encuestas. Donald Trump es el fondo de pantalla de este nuevo estatus quo.

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