Si se ha lanzado a los jueces el 'lawfare' para deteriorar al Poder Judicial, ahora se reprueba al Rey por lo que dice (o no dice) o lo que hace (o no hace), o se le manipula
El Rey Felipe VI en su intervención ante las Naciones Unidas en Nueva York. (EFE)
La deconstrucción del sistema constitucional se produce por la malformación del modelo parlamentario que procura de forma constante Pedro Sánchez y la izquierda y por el antagonismo antisistema de la derecha radical. El punto de convergencia de ambos movimientos destructivos, antes o después, es el enfrentamiento con el papel constitucional de la Corona y con los comportamientos del jefe del Estado que buscan el punto de equilibrio como un ejercicio de integración de la pluralidad ideológica y cultural de la sociedad española.
Por esa razón, cuando el monarca parlamentario (el adjetivo es definitorio) desempeña su función constitucional de una manera tan notoria, visible e importante a través de su intervención en la Asamblea General de las Nacionas Unidas, comienza el fuego cruzado que, si se ha disparado con silenciador durante toda la legislatura, ahora detona con altos decibelios.
En España, más por cerrilidad sectaria que por otra razón, se ignora qué es y cómo funciona la monarquía parlamentaria y, mediante el revisionismo histórico de la izquierda (ansiosa de deslegitimar al Rey y la Transición ante el próximo mes de noviembre, cincuentenario de la muerte de Franco y de la proclamación por las Cortes del régimen de Juan Carlos I) y el bronquismo de la extrema derecha, se introduce a la jefatura del Estado en la pelea banderiza a sabiendas que así se debilita uno de los contrafuertes del modelo constitucional. Si se ha lanzado a los jueces el lawfare para deteriorar al Poder Judicial, ahora se reprueba al Rey por lo que dice (o no dice) o lo que hace (o no hace) o se le manipula.
Un monarca parlamentario dispone de un estrecho margen de autonomía institucional en el que se debería desenvolver con la lealtad de los titulares de las instituciones. No es el caso. Don Felipe no cuenta con la de muchas de las personas que asumen funciones estratégicas en las instituciones, ni su ejercicio como jefe del Estado es tratado con la ponderación mediática más elemental. Observar cómo el diario El País trata de interpretar el discurso de Felipe VI en la ONU como un respaldo a la política de Sánchez y del Gobierno y como ariete contra el PP es tan burdo —aunque parezca más sofisticado— como los ataques, muchos insultantes, que por esa intervención ha recibido de dirigentes de la extrema derecha —varios de Vox— que le acusan de estar ‘abducido’ y ‘secuestrado’ por el presidente del Gobierno. Un disparate.
El Rey ha leído en Nueva York un panfleto socialista globalista y totalitario que le ha colocado el felón Sánchez dentro de su programa de destrucción de la Corona. Los pasados seis años fue Sánchez quien habló en la Asamblea General para soltar él mismo su basura. Este año… pic.twitter.com/y7iZISbSxD
El rey es un esclavo de la Constitución y de los usos también constitucionales que se han ido estableciendo desde hace ya más de cuatro décadas. El refrendo expreso a sus actos formales (sanción y promulgación de leyes, nombramientos y disposiciones de distinta naturaleza) o tácito (a sus intervenciones y desplazamientos) es un imperativo inesquivable. El Rey tiene derecho al mensaje (lo utilizó el 3 de octubre de 2017), capacidad de presencia (en Paiporta, el 3 de noviembre de 2024) y el papel más relevante en la representación de España en el exterior (su discurso en la ONU el pasado miércoles). Don Felipe viene administrando con prudencia, pero con determinación, del margen de discrecionalidad de que dispone para situarse en el terreno de la institucionalidad, un espacio abandonado, además de por el presidente del Gobierno, por otras instancias políticas, sociales y mediáticas.
Estos párrafos del discurso del monarca en Naciones Unidas son expresivos de la autonomía con la que la jefatura del Estado refleja la síntesis de la opinión nacional sobre el conflicto en Oriente Medio. Dijo el Rey:
"Lo vemos también, en toda su crudeza, en Oriente Próximo, en Palestina, en la Franja de Gaza. No podemos guardar silencio, ni mirar hacia otro lado, ante la devastación, los bombardeos, incluso de hospitales, escuelas o lugares de refugio; ante tantas muertes entre la población civil; o ante la hambruna y el desplazamiento forzoso de cientos de miles de personas..., ¿con qué destino? Son actos aberrantes que están en las antípodas de todo lo que este foro representa. Repugnan a la conciencia humana y avergüenzan al conjunto de la comunidad internacional".
"España es un pueblo profundamente orgulloso de sus raíces sefardíes. Cuando hablamos al pueblo de Israel, estamos hablando a un pueblo de hermanos, un pueblo que, cuando regresa a España —a Córdoba, a Toledo, a Sevilla, a Barcelona y tantos otros lugares— regresa a su casa; fue ese el principio inspirador de la ley por la que, en 2015 y con amplio consenso, se concedió la nacionalidad española a los descendientes de los judíos sefardíes originarios de España. Por eso nos duele tanto, nos cuesta tanto comprender lo que el gobierno israelí está haciendo en la Franja de Gaza. Por eso clamamos, imploramos, exigimos: detengan ya esta masacre. No más muertes en nombre de un pueblo tan sabio y antiguo, que tanto ha sufrido a lo largo de la historia".
"Seamos claros, condenamos rotundamente el execrable terrorismo de Hamás y especialmente aquella matanza brutal del 7 de octubre de 2023 contra la población israelí y reconocemos el derecho de Israel a defenderse. Pero, con la misma firmeza, demandamos que el gobierno de Israel aplique sin reservas el derecho internacional humanitario en toda Gaza y Cisjordania. Exigimos que la ayuda humanitaria llegue sin dilaciones, un alto el fuego con garantías y la liberación inmediata de todos los rehenes que aún retiene Hamás con tanta crueldad".
Naturalmente, y aunque sea solo un gesto, el Rey asume explícitamente el reconocimiento del Estado de Palestina pero también el "universal del Estado de Israel." Esta posición expresada por el Felipe VI, contextualizada, recoge el criterio social mayoritario en España porque tiene en cuenta todas las variables del conflicto.
Cuando se desmantela un sistema parlamentario desde el poder ejecutivo —como es el caso de lo que ocurre en España— y se concurre en radicalidad desde el otro extremo que también pretende la demolición constitucional, la monarquía parlamentaria adquiere un valor incalculable y se convierte así en un bastión a destruir. Es difícil que quienes lo están intentando lo consigan, pero no imposible, porque estamos experimentando cómo regresan los peores momentos de nuestra reciente historia.
La deconstrucción del sistema constitucional se produce por la malformación del modelo parlamentario que procura de forma constante Pedro Sánchez y la izquierda y por el antagonismo antisistema de la derecha radical. El punto de convergencia de ambos movimientos destructivos, antes o después, es el enfrentamiento con el papel constitucional de la Corona y con los comportamientos del jefe del Estado que buscan el punto de equilibrio como un ejercicio de integración de la pluralidad ideológica y cultural de la sociedad española.