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Por la boca muere el pez
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Jorge Dezcallar

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Por la boca muere el pez

Uno de los problemas de Trump y de sus adláteres es que hablan demasiado, lo hacen sin precisión (por ser benévolo) y tienen luego que retractarse. O no. Es un comportamiento autodestructivo

Foto: El presidente estadounidense, Donald Trump. (EFE)
El presidente estadounidense, Donald Trump. (EFE)

Cuando uno domina un lenguaje y lo utiliza con rigor, logra enviar a su interlocutor mensajes claros que no se prestan a equívocos. Donald Trump y su gente no parecen entenderlo así, porque a veces mienten abiertamente y a eso lo llaman "verdades alternativas", como que había más gente en su Inauguration de 2017 que en la de Obama de 2009 o que este no había nacido en los EEUU; otras veces dicen una cosa y su contraria con pocas horas de diferencia, como que los EEUU favorecen o no la creación de un Estado palestino; y las hay también en que no queda claro lo que quieren decir y sus consecuencias. Esto es grave. La incertidumbre a ciertos niveles no es buena porque crea inseguridad, provoca malentendidos y puede tener consecuencias graves.

Trump se ha metido en un buen lío tras afirmar que la Administración de Obama le había sometido a espionaje electrónico durante las últimas elecciones. El equipo de Obama ha negado que eso sea cierto, sin que Trump presentara prueba alguna de sus afirmaciones pero sin que tampoco las desmintiera. Algunos días más tarde, fue aún más lejos al decir que un servicio británico de Inteligencia habría hecho este trabajo por cuenta del anterior presidente. En Londres han contestado que eso es "una tontería" y algo "totalmente ridículo", y tampoco el director del FBI, miembros del Partido Republicano y del mismo Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes han encontrado rastro de ese supuesto espionaje.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)

Trump sigue sin reconocer que "se fue de la húmeda" y dice que tomó la noticia "de una mente legal muy talentosa" que pertenece a Andrew Napolitano, periodista de la cadena conservadora Fox News, que no respalda sus afirmaciones. Y no hace aún mucho que Trump afirmaba todo tipo de falsedades sobre su rival Hillary Clinton. Creo que esta distorsión intencionada de la realidad puede ser tanto una cortina de humo para distraer la atención del respetable como falta de contención verbal, impropia de un hombre que es presidente de los EEUU y cuyos comentarios hacen subir o bajar la bolsa, pueden hundir empresas y reputaciones y crear serios problemas en el mundo de las relaciones internacionales. Y el problema no se para en él, porque su equipo le imita y crea conflictos con otros países.

No voy a referirme aquí al malestar entre sus aliados europeos por su apoyo al Brexit, su desprecio por la Unión Europea o sus dudas sobre la OTAN, sino sobre otras declaraciones que pueden acabar dando lugar a conflictos incluso armados con otros países. La ambigüedad puede ser un arte, pero puede ocurrir que no se sepa realmente lo que se quiere decir, que también es posible y en todo caso es un juego muy peligroso.

Por ejemplo, después de que Trump dijera que el tratado nuclear con Irán era "el peor tratado nunca negociado" y que lo iba a denunciar (luego se dio cuenta de que ni los europeos ni los rusos ni los chinos estaban por la labor, y ha tenido que rectificar), el general Flynn, que tiene el récord de haber sido el más breve jefe del Consejo de Seguridad Nacional, dijo que ya se podían preparar los iraníes porque iba a poner a su país 'on notice', que nadie sabe lo que quiere decir y que yo traduciría como que le daba un serio aviso. Si a Flynn le gustaran los toros, cabría pensar que utilizaba un lenguaje taurino y que a Teherán aún le quedaba tiempo por delante porque habría otros dos avisos relacionados con su política nuclear antes de devolver el toro a los corrales o ponerle banderillas de fuego. Como no creo que lo sea, no se sabe si habrá o no más avisos e Irán se expone a las consecuencias si no cambia de actitud, aunque no esté claro de qué actitud hablamos ni a qué consecuencias se refería.

De momento, los EEUU han impuesto a Irán otro paquete de sanciones por su política de misiles, de derechos humanos y por sus ingerencias en Siria o Yemen, que son cosas que no prohíbe el acuerdo nuclear. No contento con esto, Trump ha incluido a Irán entre los países a los que pretende aplicar esa limitación de viajes e inmigración que los jueces le echan repetidamente para abajo. De momento, Teherán ha optado por responder escuetamente diciendo por boca de Khamenei que estas cosas muestran "el verdadero rostro" de América.

Foto: Un soldado estadounidense se hace un selfi en la base de Qayara, al sur de Mosul. (Reuters)

Ahora el secretario de Estado, Rex Tillerson, a cuyo departamento Trump le quiere recortar el presupuesto en un 29%, recordó en Seúl algo que ya había dicho antes Trump, que la nuclearización de Corea del Sur y de Japón es una posibilidad ante la carrera armamentística de Corea del Norte. Sus declaraciones provocaron tal escándalo que tuvo que añadir que eso no estaba aún decidido ni se haría deprisa y corriendo. Menos mal, pues es algo que conviene meditar mucho antes, porque no solo pondría fin a la política antiproliferación que han defendido los EEUU durante los últimos años, sino que tendría profundas repercusiones estratégicas en toda el área de Asia-Pacífico.

Cuando en febrero Kim Jong-un presumió de estar desarrollando la tecnología necesaria para hacer un ataque nuclear sobre los EEUU, Trump se apresuró a tuitear que "eso nunca ocurrirá", pero como Pyongyang ha seguido haciendo pruebas con misiles, Tillerson ha dicho que a los EEUU se les está acabando "la paciencia estratégica" y que si la amenaza sigue creciendo considerarían "un ataque preventivo" sobre ese país. Eso son palabras mayores, porque sería muy difícil garantizar la destrucción total de una tacada del arsenal nuclear y biológico de Corea del Norte, con la consecuencia de que este país podría bombardear objetivos japoneses y surcoreanos con un coste humano altísimo antes de ser a su vez destruido.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, junto al Secretario de Defensa, James Mattis, y el vicepresidente Mike Pence. (Reuters)

La realidad insoslayable es que en un país que ha cruzado el umbral nuclear, la distancia que puede haber entre un ataque preventivo y una guerra total se ha acortado mucho y las consecuencias de un ataque con armas nucleares, químicas o bacteriológicas sobre Seúl y Tokio por parte de un régimen enloquecido y desesperado, que juega permanentemente con el riesgo y con el órdago y que sabe que ya no tendría nada que perder, son demasiado terribles. En estos momentos, surcoreanos y japoneses piden tranquilidad a los norteamericanos, por intranquilos que ellos mismos estén con ese vecino tan impredecible.

Corea del Norte es un problema político que hay que resolver políticamente con la ayuda de Rusia y sobre todo de China, que es quien de verdad tiene la llave. En los informes sobre el encuentro que Tillerson ha tenido con Xi Jinping en Beijing, solo se resaltan los aspectos positivos, Xi ha dicho que "la relación chino-norteamericana solo puede definirse por la cooperación y la amistad" y Tillerson le ha respondido, igual de fino, que estaba guiada por "no-conflicto, no-confrontación, respeto mutuo y cooperación en beneficio de ambas partes". Todo muy bonito. No se ha filtrado si hablaron de Corea, pero es seguro que lo hicieron porque China está muy molesta con los misiles que Washington está desplegando en Corea del Sur y Japón (sistema THAAD), que considera que suponen un riesgo también para ellos.

Ahora se habla de una nueva ronda de sanciones sobre Corea del Norte impuestas por el Consejo de Seguridad que lo aíslen aún más del mundo financiero internacional, pero me temo que no serán nunca suficientes porque a Kim Jong-un le importa poco la suerte de sus vasallos y si comen o no. Él parece que está bien alimentado. China ya ha cortado las importaciones de carbón de Corea, una de sus pocas fuentes de divisas, y ahora los EEUU quieren que tampoco le venda petróleo, suministro vital para los norcoreanos, pero no es fácil que los chinos lo hagan por tres razones de peso: no quieren una invasión de norcoreanos hambrientos; no quieren que el régimen enloquecido de Pyongyang se lance a una huida hacia adelante por aquello de "de perdidos, al río"; y tampoco quieren una península de Corea unificada y dominada por Washington a través de Seúl.

El tercer foco de tensión grave lo ha creado Trump con China con una serie de declaraciones muy agresivas en los primeros días de su mandato. Ya ha tenido que retractarse de su coqueteo con Taiwán y volver a la política tradicional de una sola China, donde ahora dicen de él que es "un tigre de papel". Tillerson acaba de ir a Beijing y ha invitado a Xi Jinping a ir en abril a ese nuevo Versalles en Florida que es Mar-a-Lago. Allí veremos qué hace Trump con sus otras amenazas de imponer tarifas del 45% a las exportaciones chinas ("no podemos seguir permitiendo que China nos viole"), o de impedirles acceder a islas en el Mar del Sur que China reclama como propias (Tillerson dijo que eso era algo que "no se iba a permitir"). En este último asunto, los norteamericanos tienen toda la razón, pero no está muy claro cómo lo van a conseguir por las buenas.

Uno de los problemas de Trump y de sus adláteres es que hablan demasiado, lo hacen sin precisión (por ser benévolo) y tienen luego que retractarse. O no. Es un comportamiento autodestructivo. Pero no es el principal problema del nuevo presidente, pues el premio se lo lleva la investigación en curso sobre una eventual (y hasta ahora no comprobada) colusión entre Rusia y él (o miembros de su equipo) durante las últimas elecciones. Seguro que ahora se arrepiente de la broma que hizo durante la campaña animando a Moscú a filtrar más correos del servidor privado de Hillary Clinton. Y es que por la boca muere el pez, que dice la sabiduría popular.

Cuando uno domina un lenguaje y lo utiliza con rigor, logra enviar a su interlocutor mensajes claros que no se prestan a equívocos. Donald Trump y su gente no parecen entenderlo así, porque a veces mienten abiertamente y a eso lo llaman "verdades alternativas", como que había más gente en su Inauguration de 2017 que en la de Obama de 2009 o que este no había nacido en los EEUU; otras veces dicen una cosa y su contraria con pocas horas de diferencia, como que los EEUU favorecen o no la creación de un Estado palestino; y las hay también en que no queda claro lo que quieren decir y sus consecuencias. Esto es grave. La incertidumbre a ciertos niveles no es buena porque crea inseguridad, provoca malentendidos y puede tener consecuencias graves.

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