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Jorge Dezcallar

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Alarma y escándalo

Son muy malas noticias el distanciamiento de Washington y el intento de Donald Trump de destruir el orden mundial

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)

O al revés. Confieso que dudo si estoy más alarmado que escandalizado o más escandalizado que alarmado. Creo que si fuese norteamericano, estaría más escandalizado, pero como soy europeo pienso que lo que sucede con Trump es sobre todo motivo de seria preocupación para el mundo. Estoy muy alarmado. Su reciente viaje a Bruselas y Londres no ha podido ser peor para los europeos, que nos hemos enterado de que el presidente de los Estados Unidos nos considera un "enemigo comercial" antes de maltratarnos en público por no gastar en Defensa lo que él cree que deberíamos gastar. Y no contento con la cifra del 2% del PIB a la que nos comprometimos todos los socios de la OTAN a “tender” en la cumbre de Gales de hace cuatro años, ahora dice que lo que hemos de dedicar es el 4%, una chulada más.

Los ministros europeos debían estar atónitos, pero no más que la señora Merkel cuando oyó a Trump decir que la dependencia energética dejaba a Alemania a los pies de Putin, o que la señora May cuando tuvo que escuchar que había gestionado muy mal el Brexit por no haberle hecho caso y que, en todo caso, el dimisionario exministro de Exteriores Boris Johnson "sería un estupendo primer ministro". Y eso lo dijo mientras era su huésped en Londres, o sea, como si invitas a alguien a cenar en tu casa y se dedica a insultarte. Y además llueve sobre mojado por las descalficaciones de la cumbre del G-6 en Canadá y las sanciones a nuestras exportaciones de acero y aluminio, entre otros productos. No contento aún, en una entrevista para Fox News puso de nuevo en duda el valor de la piedra angular de la OTAN, la defensa mutua asegurada, al preguntarse si realmente los EEUU deberían acudir en ayuda de Montenegro si fuera atacado. Su razonamiento parece muy simple: mientras los EEUU tenían superávit con Europa, los EEUU podían dedicar dinero a su defensa, pero no ahora que tienen un déficit comercial importante. Es un razonamiento equivocado, porque no se pueden sumar peras y manzanas y porque no todo en la vida es dinero.

placeholder Donald Trump y Theresa May. (Reuters)
Donald Trump y Theresa May. (Reuters)

Los europeos hemos reaccionado diciéndole que nos consideramos amigos de los EEUU y que debería cuidar mejor a sus amigos, porque cada vez tiene menos. Pero nos estamos distanciando de Washington al responder a sus sanciones comerciales mientras tratamos desesperadamente de evitarlas con una visita de Juncker a Trump que parece ofrece margen para un cauto optimismo; al ir a China a hablar de libre comercio y de respeto a las reglas, y al firmar un gran acuerdo comercial con Japón en un esfuerzo por mantener vivo el sistema basado en normas que precisamente los EEUU han sustentado desde 1945. También hemos reiterado nuestra voluntad de mantener el Acuerdo de París sobre el clima y el acuerdo nuclear con Irán, aunque en este ultimo caso las posibilidades de hacerlo sin los EEUU son pocas, porque ante la reimposición unilateral de sanciones por parte de Washington, las empresas europeas preferirán hacer negocios con los EEUU antes que con la República Islámica.

Y eso aumentará nuestra frustración con los modales norteamericanos, porque en el fondo nos sabemos dependientes de Washington a nuestro pesar. El escenario ha subido de tono con el cruce de mensajes entre los presidentes Trump y Rohani, amenazando el segundo con bloquear el estrecho de Ormuz, por donde pasan el 30% de los petroleros, y con el tuit de respuesta de Trump amenazando a Irán con consecuencias “que muy pocos han sufrido a lo largo de la historia”, una especie de repetición de cuando advirtió a Corea del Norte de una oleada de “fuego y furia”. Las bravuconadas están de moda y sin duda sirven también para distraer a la opinión pública. Pero son un juego muy peligroso.

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En lo que a Europa respecta, son muy malas noticias el distanciamiento de Washington y el intento de Trump de destruir el orden mundial, y todo ello debería llevarnos a avanzar en materia de integración económica y de desarrollo de políticas comunes en Asuntos Exteriores y en Defensa. De nosotros depende, y por eso son esperanzadoras las declaraciones muy europeístas del ministro Borrell. España debe estar junto a Alemania y Francia (y con Portugal) en esta importante tarea de la que depende todo nuestro futuro.

Hasta aquí la alarma. Y no es poca. Pero si yo fuera norteamericano, estaría también escandalizado ante el desarrollo de la cumbre de Helsinki, no solo porque Putin ha ganado por goleada sino por la forma vergonzosa en que se ha comportado el inquilino de la Casa Blanca. Nunca un líder norteamericano había parecido tan débil, como consecuencia tanto de sus problemas internos con las investigaciones en curso sobre las injerencias rusas en las últimas elecciones como porque con Trump los EEUU carecen de una estrategia clara con respecto de Rusia y ese es un problema muy grave. No la tienen, entre otras cosas, porque construirla exige unidad en casa y aliados fuera, y a Trump le faltan la una y los otros. A Putin le ha pasado como a Kim Jong-un en Singapur, que el solo hecho de reunirse con Trump ya ha sido un éxito para ambos, pues a uno le concede estatus de gran potencia mientras el otro gana una legitimidad internacional que no tenía.

placeholder Trump y Kim Jong-un se dan la mano durante la cumbre que mantuvieron en junio. (EFE)
Trump y Kim Jong-un se dan la mano durante la cumbre que mantuvieron en junio. (EFE)

A cambio de nada. Y no es que con Putin no hubiera temas posibles para tratar, pues hacía ocho años que no se reunían los presidentes de Estados Unidos y Rusia: reducción de arsenales atómicos (tratado de 1987 sobre misiles de medio y corto alcance que ambos se acusan de violar, o el Nuevo Tratado START de 2010 sobre misiles estratégicos que caduca en 2021); injerencia rusa en las elecciones norteamericanas; Corea del Norte, Irán, Siria, Ucrania y Crimea; gas y petróleo; sanciones; asunto Skripal; comercio mundial... Pero de todo eso no sabremos si se ha hablado o no y en qué términos, pues la mayoría del tiempo han estado ellos solos, y en este caso Putin contará poco, pues para eso tiene entrenamiento de espía, y Trump... a Trump es imposible creerle cuando abre la boca.

Putin ha reconocido con desfachatez que él prefería que ganara Trump las elecciones de 2016, aunque ha rechazado cualquier injerencia en las mismas. ¡Como si fuera a reconocerla! Y cuando el americano podía haberse revuelto exhibiendo las investigaciones del fiscal especial Robert Mueller que acababa de imputar solo dos días antes a 12 agentes de la Inteligencia militar rusa, se ha callado, no se ha enfrentado a Putin y no contento con eso echó la culpa a Washington (se entiende que a anteriores presidentes) de las malas relaciones actuales entre ambos países, para acabar avalando la respuesta de Putin frente a la posición común de todas las agencias de Inteligencia de su propio país. O sea, entre Putin y sus servicios de Inteligencia, Trump prefiere al primero. Eso ha caído como una bomba en los EEUU. Dan Coates, director nacional de Inteligencia, ha dicho sobriamente: "El papel de la comunidad de Inteligencia es dar la mejor información contrastada posible al presidente y a quienes le asisten. Hemos sido claros en relación con la injerencia rusa en la elección de 2016 y en sus esfuerzos continuados para minar nuestra democracia, y continuaremos proporcionando inteligencia objetiva en apoyo de nuestra seguridad nacional". Impecable.

Foto: Donald Trump. (Reuters) Opinión
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El enfado es monumental, y ha aumentado si cabe cuando el presidente ha dicho también que la investigación de Robert Mueller "es un desastre para nuestro país". 'The Washington Post' ha sacado un editorial donde afirma que "en Helsinki, el señor Trump ha vuelto a insistir en que no hubo colusión con Rusia. Pero al negarse a aceptar los hechos simples sobre el comportamiento ruso mientras desprecia el sistema de Justicia de su propio país, de hecho el Sr. Trump estaba poniéndose abiertamente al lado del líder criminal de un poder hostil". Uno ha podido leer estos días la palabra 'traición' en los medios norteamericanos y también en boca del exdirector de la CIA Brennan. Muy fuerte.

Es inexplicable este atacar a los aliados, este ponerse en contra de su propio país y esta ayuda al adversario. Cabe preguntarse: ¿por qué? Y algunos piensan que los servicios rusos pueden tener información dañina sobre Donald Trump, algo que Putin ha negado con vehemencia estos días. ¡Como si alguien esperara que un antiguo agente de la KGB fuera a reconocer algo así! La que se ha armado en los EEUU ha sido tal que 24 horas más tarde Donald Trump tenía que rectificar, cosa que acabó haciendo de forma bastante confusa. Para un hombre de su ego, no habrá sido fácil.

El enfado es monumental y ha aumentado cuando el presidente ha dicho también que la investigación de Robert Mueller "es un desastre para nuestro país"

Los demócratas están indignados y los republicanos, confusos. Chuck Schummer, jefe de la minoría demócrata, ha exigido una reacción de la mayoría republicana en el Senado, y algunos republicanos como John McCain han expresado su rechazo a la que consideran "actitud indigna" mantenida por Trump frente a Putin. Quieren que el presidente y sus asesores expliquen la política con Rusia y las razones de esta actitud servil con Putin, y mientras no lo hagan algunos legisladores abogan por imponer más sanciones a Rusia o bloquear la legislación y los nombramientos que proponga Trump (como el de un nuevo juez del Tribunal Supremo).

Pero me temo que nada de esto ocurrirá, porque la base popular de apoyo al presidente se mantiene firme a pesar de todo (o a causa de todo) y porque ante la llegada de las elecciones de Midterm en noviembre, los republicanos cerrarán filas en torno a su líder para evitar una victoria demócrata que les arrebate el Senado o la Cámara de Representantes, que sería la única esperanza seria para frenar a un hombre que insulta a sus amigos, inicia guerras comerciales con tirios y troyanos y alaba a los enemigos de su país. Trump puede querer ser impredecible, pero debe haber límites, como los intereses de los EEUU, la amistad y respeto de los aliados y la estabilidad mundial. El propio Obama ha salido de su silencio durante un homenaje a Mandela para advertir de los peligros de la que ha llamado 'strongman politics' y del aumento del nacionalismo, la xenofobia y el fanatismo en los Estados Unidos y en el mundo. Tiene razón. Pintan bastos.

O al revés. Confieso que dudo si estoy más alarmado que escandalizado o más escandalizado que alarmado. Creo que si fuese norteamericano, estaría más escandalizado, pero como soy europeo pienso que lo que sucede con Trump es sobre todo motivo de seria preocupación para el mundo. Estoy muy alarmado. Su reciente viaje a Bruselas y Londres no ha podido ser peor para los europeos, que nos hemos enterado de que el presidente de los Estados Unidos nos considera un "enemigo comercial" antes de maltratarnos en público por no gastar en Defensa lo que él cree que deberíamos gastar. Y no contento con la cifra del 2% del PIB a la que nos comprometimos todos los socios de la OTAN a “tender” en la cumbre de Gales de hace cuatro años, ahora dice que lo que hemos de dedicar es el 4%, una chulada más.