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Jorge Dezcallar

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Joseph Biden

La esperanza de una victoria es ahora mayor en Biden, pues lleva la delantera en estados críticos con Hillary, como Wisconsin o Michigan, y en feudos republicanos como Texas

Foto: El demócrata Joe Biden, candidato a las presidenciales, en un acto en Delaware. (Reuters)
El demócrata Joe Biden, candidato a las presidenciales, en un acto en Delaware. (Reuters)

Hace un par de semanas el servicio de estudios de 'The Economist' solo le daba a Donald Trump un 10% de probabilidades de ser reelegido, y varias encuestas posteriores afirman que Joe Biden le aventaja hasta por 15 puntos. La misma Fox, su cadena de cabecera, admite que sus perspectivas no son buenas. Pero cantar victoria antes de tiempo es una receta para el desastre, igual que vender la piel de un oso cuando aún está vivo. Y Trump lo está. También Hillary Clinton le aventajaba en las encuestas (aunque solo por cuatro puntos) y luego perdió a pesar de tener tres millones de votos más. Los pies de plomo se imponen.

Lo que pasa es que ahora la esperanza de Biden es mayor porque gana en estados que fueron críticos para Hillary como Pennsylvania, Wisconsin y Michigan, y lo hace también en feudos radicalmente republicanos como Arizona y Texas. También la voluble Florida del conservador voto cubano parece inclinarse por Biden, aunque el resultado final en ese estado sea una moneda al aire. Además, el apoyo al senador por Delaware aumenta entre las dos minorías, hispanos y negros, que muestran el mayor crecimiento demográfico. Los jóvenes y las mujeres, ellas hartas de la misoginia y ordinarieces de Trump, también se inclinan por Biden e igual hacen -más sorprendentemente- los blancos con menor nivel de estudios que en 2016 llevaron a Trump a la victoria. Y Biden pondrá guinda con una mujer, presumiblemente de color, como candidata a la vicepresidencia. Estos días desvelará el misterio.

Foto: El candidato demócrata a la presidencia de EEUU, Joe Biden. (Reuters)

Como consecuencia la popularidad de Trump se sitúa en el 39%, siendo así que desde Truman nadie por debajo de 40% ha ganado la presidencia: Obama fue elegido con el 51%, Clinton con el 54% y Reagan con el 58%. Con esos triunfos en la mano, Biden se limita a dejar que su adversario se desgaste y mantiene un perfil bajo que le evite meter la pata. Y Trump se está desgastando a conciencia con su nefasta gestión de la pandemia y de los problemas raciales, en un contexto de recesión económica y de aumento del paro hasta cifras desconocidas desde 1929.

Con estas predicciones se diría que Joseph Robinette Biden va a ganar por goleada y se comprenden los nervios y los cambios de estos últimos días para dar nuevo impulso al equipo electoral de Trump, que juega con una base electoral muy sólida e inasequible al desaliento, sin que tampoco se deba desestimar su capacidad de utilizar hábilmente a su favor la televisión y las redes sociales, y de hacer triquiñuelas diversas para entretener y excitar a su público. Por ejemplo, la 'Southern Strategy', que consiste en usar los problemas raciales para aumentar los miedos blancos. De momento ya dice que el voto por correo no es fiable y que se presta al fraude, y los Demócratas toman medidas porque no descartan que este impredecible presidente pueda negarse a aceptar un resultado que le sea desfavorable. De entrada ya ha planteado la posibilidad de aplazar las elecciones... algo que no depende de él. Nunca en la Historia se han aplazado.

placeholder El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)
El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)

Biden es un hombre con poco carisma personal pero con mucha experiencia, que es lo mínimo que debe tener tras 36 años como senador por Delaware y ocho como vicepresidente con Barack Obama. Su llegada a la presidencia calmaría el ambiente porque traería predecibilidad, que no es poco. En política interna tratará de reducir la enorme polarización de la vida política norteamericana buscando terrenos de entendimiento con los Republicanos, aunque también procurará revivir el seguro médico universal de Obama, subirá los impuestos a los más ricos y dedicará tiempo y dinero a luchar contra el cambio climático, volviendo al Acuerdo de París. En política exterior volverá al multilateralismo, reforzará a las organizaciones internacionales como la ONU, la OMS (a la que regresaría), y la OTAN, restaurará las relaciones con sus aliados tradicionales europeos, volverá al Acuerdo Nuclear con Irán y al Tratado Transpacífico... Es decir, regresará a lo que ha sido la política de los EEUU desde 1945 hasta la llegada de Donald Trump. Pero a nadie se le oculta que para hacerlo necesita ganar también el Senado (están en liza un 30% de sus 100 escaños) y es ahí dónde la batalla se augura más dura e incierta, particularmente en algunos casos como Montana o Georgia.

No todo son fortalezas en Biden. Contra él juega su edad de 77 años y un historial irregular en sus intervenciones como senador a lo largo de los años, desde alegaciones de comentarios con tintes racistas a acusaciones de acoso sexual, pero lo que es seguro es que su entusiasmo por el libre comercio es tibio pues como senador votó en contra de acuerdos con China, Singapur, República Dominicana y Omán. Bob Gates que fue secretario de Defensa con Bush y con Obama ha dicho con cruel desgarro que Biden "se ha equivocado en prácticamente cada asunto importante en materia de política exterior y de seguridad durante las pasadas cuatro décadas". Muy duro. Biden votó en contra de la guerra de liberación de Kuwait y a favor de la de Irak, país que luego quiso despedazar en tres trozos para darle uno a los sunnitas, otro a los chiítas y el tercero a los kurdos. En Afganistán su postura es parecida a la de Trump: retirar las tropas pero sin ofrecer ideas sobre la relación futura. Con Rusia, veremos (conversaciones sobre desarme nuclear), y con China no parece que vaya a haber cambios pues tanto Demócratas como Republicanos coinciden en ver un enemigo existencial en el crecimiento económico, tecnológico y militar del gigante asiático. Y lo mismo piensan dos de cada tres norteamericanos. El ambiente hacia China es gélido, no mejorará a corto plazo con el enfrentamiento (también interesado) de sus dos líderes, nacionalistas y con problemas domésticos, y tampoco ofrece buenas perspectivas a más largo plazo con independencia de quién gane en noviembre.

A Franklin D. Roosevelt y a Ronald Reagan les tocó gobernar en tiempos de crisis y ambos dejaron una huella muy profunda. A Biden le puede pasar lo mismo pues si alcanza la presidencia deberá enfrentar una pandemia que hace estragos, una recesión económica que también los hace y problemas raciales que llevan años sin resolverse. Si los enfrenta con decisión y liderazgo podría presidir sobre una etapa de grandes cambios en la forma de tratar los problemas de salud, educación, raciales, desigualdades, impuestos... e incluso cambios legislativos para facilitar la gobernabilidad como puede ser el fin del filibusterismo. Su antiguo rival Bernie Sanders dice que su agenda podría convertirle en "el presidente más progresista desde F.D.R". No en balde el anterior rival colabora ahora en su programa electoral.

Quedan poco menos de 100 días para las elecciones, una eternidad en la que pueden pasar muchas cosas. Al fin y al cabo, hace solo seis meses, antes de que nos estallara la pandemia en la cara, la reelección de Trump parecía cosa hecha pues la economía iba como un tiro, el desempleo estaba en mínimos históricos y el presidente estaba eufórico tras el fracaso de la moción de destitución ('impeachment') impulsada por los Demócratas. '¡Sic transit gloria mundi!' En todo caso, como dicen los castizos, hasta el rabo todo es toro y por eso habrá que seguir esperando.

Hace un par de semanas el servicio de estudios de 'The Economist' solo le daba a Donald Trump un 10% de probabilidades de ser reelegido, y varias encuestas posteriores afirman que Joe Biden le aventaja hasta por 15 puntos. La misma Fox, su cadena de cabecera, admite que sus perspectivas no son buenas. Pero cantar victoria antes de tiempo es una receta para el desastre, igual que vender la piel de un oso cuando aún está vivo. Y Trump lo está. También Hillary Clinton le aventajaba en las encuestas (aunque solo por cuatro puntos) y luego perdió a pesar de tener tres millones de votos más. Los pies de plomo se imponen.

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