Es noticia
Los retos de las relaciones internacionales en 2021
  1. España
  2. Página tres
Jorge Dezcallar

Página tres

Por

Los retos de las relaciones internacionales en 2021

Deseemos que al menos se domine el virus, se inicie el camino de la recuperación económica y que 2021 no sea un año tan malo como ha sido 2020

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Sobre la base de que conviene ser humilde porque nadie vio venir ni la implosión de la URSS, ni la Primavera Árabe ni la misma pandemia del covid-19 —que a fin de cuentas era la más previsible—, no es tampoco posible sustraerse a la tentación de tratar de imaginar los que podrían ser los riesgos mayores que pueden acecharnos en 2021.

Algunos no requieren de ninguna imaginación, porque ya los tenemos entre nosotros, como son la crisis alimentaria o el aumento de las desigualdades. Las hambrunas se repiten con vergonzosa regularidad en países del Cuerno de África o del Sahel, donde las adversas condiciones se ven agravadas por un cambio climático que no somos capaces de combatir con el rigor que requiere la gravedad del problema, y por los desbarajustes que en todos los órdenes ha provocado la pandemia en recolección de alimentos, almacenamiento, suministros, exportaciones, etc. En cuanto a las crecientes desigualdades, es una triste constatación que han aumentado y han sido puestas en evidencia por la pandemia, y así el riesgo de fallecer por covid-19 en los EEUU es cinco veces más alto entre afroamericanos que entre blancos. Pero el problema es global y si en los últimos años se observaba un trasvase desde la clase baja a la media, hoy la tendencia se ha invertido y el Banco Mundial estima que en el mundo habrá 150 millones más de pobres a fin de 2021. Nos debería avergonzar.

Foto: Yazmira Navarro recurrió a Cáritas por primera vez en mayo, a raíz de la pandemia (Foto: Carmen Castellón)

Otro riesgo tiene que ver con la evolución de la pandemia cuando comienzan las grandes vacunaciones masivas en el mundo desarrollado, que con su mayor capacidad de compra está acaparando la mayoría de las dosis disponibles. Aquí enfrentaremos múltiples problemas, porque inmunidades de rebaño que nos den seguridad pueden no ser fáciles de lograr si dentro del país muchos no desean vacunarse (al parecer, el 30% de españoles y el 42% de norteamericanos son reacios), o si se vacunan los habitantes de los países ricos y no lo hacen los de los países pobres porque el virus no distingue, en esto estamos todos juntos y los rebrotes serían inevitables. Es incluso posible la aparición de nuevas variantes del virus que sean inmunes a la vacuna y, aunque no sea exactamente el caso, el actual brote en Londres de una cepa muy transmisible es un aviso a navegantes. Otro problema será disponer de 7.000 millones de dosis y de ser capaces de llevarlas a los lugares más apartados del planeta. La vacunación, que se extenderá a lo largo del año 2021, no será un proceso corto ni sencillo. Tampoco será igualitario.

Otro riesgo que nos acechará en el año que ahora comienza tiene que ver con nuestra capacidad de recuperación económica del desastre que ha provocado la pandemia cuando apenas nos hemos repuesto de la crisis de 2008. Después de mucha especulación sobre cómo saldríamos: en V, en U, en W o en L, ahora parece que lo haremos en K, o sea, bien para unos y mal para otros, y no me refiero solo a ricos y pobres, porque los países han sido diversamente afectados, también es diferente su capacidad de recuperación y algunos se recuperarán pronto, pero otros tardarán años en volver a tener el PIB que tenían en 2019. China, origen de una pandemia que ha dominado con métodos draconianos, va a ser el único país del mundo que crece en 2020 (2%), mientras que otros, como España, muy dependientes del turismo, verán caer su PNB en un 12% por lo menos. Y además salimos de esta crisis tremendamente endeudados, ya que, según el FMI, la deuda global subirá el año próximo hasta el 365% del PNB mundial. Es una burbuja que da miedo.

Foto: Imagen del euro en Fráncfort. (Reuters)

Es deseable que el calentamiento global se pueda convertir en 2021 en un área de cooperación internacional no sometida a discusión. Joe Biden ha prometido que los Estados Unidos regresarán al Acuerdo de París “el día uno” de su presidencia, lo que constituye una magnífica noticia porque USA es el primer contaminador mundial per cápita, y porque augura el inicio de una etapa de mayor concienciación global sobre el problema, que se completa con los recientes compromisos de importantes recortes de las emisiones de CO₂ a la atmósfera de aquí hasta 2050 por parte de la Unión Europea y de China. Por fin parecen darse las condiciones para una cooperación fructífera entre los tres mayores centros económicos del planeta, que sin duda ahora tratarán de incorporar la India a este esfuerzo colectivo. Porque con el clima pasa como con el virus, que solo puede ser enfrentado con el esfuerzo de todos porque no hace distinciones y nos recuerda que estamos todos en el mismo barco.

En el terreno de los conflictos locales, hay para todos los gustos: los potencialmente más preocupantes son los de Corea del Norte, Irán y quizá Taiwán, aunque también lo son los muchos que tienen lugar en Oriente Medio y que prolongarán a lo largo del próximo año la deriva autoritaria, islamista e intervencionista que está tomando Turquía (Siria, Egeo, Armenia, Libia), la persistente crisis política y humanitaria de Venezuela, los conflictos que se pueden reactivar en cualquier momento en torno a Cachemira o Nagorno Karabaj, y las 'guerras olvidadas' del Sabel, Cuerno de África o el Congo. Todas ellas se pueden exacerbar con las difíciles condiciones económicas que ha provocado la pandemia del covid-19. También el terrorismo internacional y la proliferación nuclear deberán figurar en nuestro radar.

Foto: El barco Oruç Reis junto a varios barcos militares de la Armada turca. (Ministerio turco de Defensa)

De manera que en 2021 podrán pasar muchas cosas, algunas con seguridad no recogidas en estas líneas porque el mundo no perderá su capacidad de seguir sorprendiéndonos, y como consecuencia no nos faltarán motivos de preocupación. Deseemos que al menos se domine el virus, se inicie el camino de la recuperación económica y que 2021 no sea un año tan malo como ha sido 2020.

Sobre la base de que conviene ser humilde porque nadie vio venir ni la implosión de la URSS, ni la Primavera Árabe ni la misma pandemia del covid-19 —que a fin de cuentas era la más previsible—, no es tampoco posible sustraerse a la tentación de tratar de imaginar los que podrían ser los riesgos mayores que pueden acecharnos en 2021.