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Instrucciones para convalidar un Real Decreto en el Congreso
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Instrucciones para convalidar un Real Decreto en el Congreso

Si usted pertenece al duopolio PP-PSOE, el Decreto presenta una gran ventaja: la venganza. Usted odia los Reales Decretos, como toda persona de bien, incluso ese

Si usted pertenece al duopolio PP-PSOE, el Decreto presenta una gran ventaja: la venganza. Usted odia los Reales Decretos, como toda persona de bien, incluso ese vecino suyo que escucha a Justin Bieber a deshora. Los detesta porque son un monolito gubernamental al que nada se puede añadir o corregir, un pedrusco que de un día para otro se convierte en ley. Los aborrece porque no emanan del poder Legislativo, encargado de legislar como su propio nombre nos indica; en suma, porque son un golpe de autoridad y ¿quién no odia al poder cuando apalea?

Sin embargo, como miembro del duopolio, su sufrimiento en la oposición se verá resarcido cuando llegue al Gobierno. Por tanto, todo lo que debe hacer es criticar el Real Decreto cuando se siente en un escaño rojo y utilizarlo sin contemplaciones cuando ocupe un escaño azul. Es sencillo. En el rojo, abominará de esos modos de dirigir los destinos del país como de apisonadora; en el azul, recurrirá a él siempre que quiera, sin ceñirse a esos legalismos absurdos que reservan el Decreto para situaciones excepcionales y urgentes. Pero la labor de oposición resulta dura y el Real Decreto puede crisparle los nervios. Tranquilícese. Practique la respiración abdominal: inspire profundamente…, espire… Inspire…, espire... Proceda así durante un par de minutos, con los ojos cerrados mientras cultiva los pensamientos positivos. Visualice la venganza. Imagine a su partido triunfante después de las próximas elecciones o las siguientes. Visualice cada detalle: los militantes en las calles, las banderolas, los gritos de alegría, las ovaciones, los titulares de prensa. El poder de la mente es infinito: usted y los suyos han ganado. Ustedes gobiernan. Ya pueden aprobar Reales Decretos otra vez. ¿No es mágico? Repita estos ejercicios de relajación cada vez que el Gobierno lleve al Congreso un Real Decreto.

Recuerde que el Real Decreto se convalida, no se discute, y mucho menos con las minorías andrajosas. Esto significa que le permitirán un uso de la palabra muy breve. Y usted, allegro, allegro, deberá resumir en diez o quince minutos las razones por las que se opone a medidas contra toda la población

El modo de proceder cambia sustancialmente en el caso de que usted no pertenezca al duopolio. Comprobará que el ministro del duopolio no desciende a debatir con usted. Hay un turno del Gobierno, un turno de oposición, y luego, la morralla inclasificable. Recuerde que el Real Decreto se convalida, no se discute, y mucho menos con las minorías andrajosas. Esto significa que le permitirán un uso de la palabra muy breve. Y usted, allegro, allegro, deberá resumir en diez o quince minutos las razones por las que se opone a medidas contra toda la población: bomberos, viudas, dependientas de El Corte Inglés, fotógrafos, mecanógrafas, camareros, discapacitados, cobradores del salario ínfimo interprofesional, propietarios de viviendas, militares, médicos, policías, inspectores de Hacienda, oficinistas, jóvenes, viejos, medianos, alquilados, realquilados, profesoras, parados, becarios… y a favor de Angela Merkel.

El Gobierno ha escrito, pongamos por caso, 75 páginas del BOE, pero usted tiene diez minutos. El duopolio se ha enzarzado en un rifirrafe sobre, por ejemplo, la autoría material de la desviación del déficit, durante dos horas. Y usted tiene diez minutos. El duopolio se ha deslizado a placer por el “y tú más”. Pero usted tiene diez minutos. En ese tiempo, oponga, proponga, explique, desglose, analice la situación en que quedan bomberos, profesoras, dependientas de El Corte Inglés, etcétera. Desgañítese si quiere. Nadie le va a escuchar, excepto los compañeros de su despreciable minoría. Nadie le va a responder. El ministro tampoco, salvo que usted haya anunciado que votará a favor, en cuyo caso le hará la pelota cinco segundos. Usted se verá  maniatado por la imposibilidad de presentar enmiendas en ese pseudodebate de no a todo versus sí a todo. Se sentirá avasallado, anulado como representante del pueblo. En cierto momento, se preguntará sobre el sentido de todo ese paripé. Y será entonces cuando deba culminarlo con su voto. Vote, pues.

Por último, no olvide quitarse la mordaza y recoger sus efectos personales al abandonar el hemiciclo. El Gobierno de España le agradece que haya participado con nosotros en la convalidación de un Real Decreto.

Si usted pertenece al duopolio PP-PSOE, el Decreto presenta una gran ventaja: la venganza. Usted odia los Reales Decretos, como toda persona de bien, incluso ese vecino suyo que escucha a Justin Bieber a deshora. Los detesta porque son un monolito gubernamental al que nada se puede añadir o corregir, un pedrusco que de un día para otro se convierte en ley. Los aborrece porque no emanan del poder Legislativo, encargado de legislar como su propio nombre nos indica; en suma, porque son un golpe de autoridad y ¿quién no odia al poder cuando apalea?