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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Quieren enloquecernos

El proverbio griego asegura que “aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. Y yo estoy convencida de que el duopolio, en su

El proverbio griego asegura que “aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. Y yo estoy convencida de que el duopolio, en su determinación de destruir el país, ha decidido primero enloquecernos a todos.

Conmigo están a punto de conseguirlo. Oigo voces que dicen: “Subir el IVA será la puntilla para las clases medias, detraerá el consumo, acentuará la crisis”. Quien así se pronuncia es un líder del PSOE, aunque yo juraría haber oído algo parecido en boca de alguien del PP ayer mismo. Quizá fuera Soraya Sáenz de Santamaría, pero… Sacudo la cabeza, aturdida. No, no puede ser, si es ella ahora quien predica las bondades de subir los impuestos.

Afirma un buen día Rajoy -a veces afirma, sí, qué pasa- que al final del año habrá 600.000 parados más. Y me viene a la cabeza su lema electoral: lo primero, el empleo. Parece una incongruencia, aunque quizá yo entendiera mal y aquello significaba: “Lo primero, destruir el empleo”. Podría ser. Pero entonces, ¿por qué el PSOE protesta airado porque la reforma laboral del PP vaya a crear más parados, si fue exactamente lo que consiguió la suya?

De ésta he de encontrar la fuente de mi desvarío, la causa de este desbarajuste. Pero no hay manera: unos hacen lo que criticaron, los otros critican aquello que hicieron. Y yo no salgo del barullo

Otro día las voces tenebrosas aseguran: “Lo que ustedes deben hacer es arrimar el hombro, ayudar, para que salgamos de la crisis”. ¿Quién lo ha dicho? ¿Quién ha sido? Mi cabeza busca respuestas. Ha sido Montoro, en un reproche a la oposición. Aunque… Qué va, qué va. Ha sido Elena Salgado. No, no puede ser: Salgado ya no hace declaraciones. Me hundo en el desconcierto. Tal vez esas voces no sean reales, quizá se trate de figuraciones mías.

Pero persisten. Sigo oyéndolas: maldicen a quienes suben las pensiones, censuran a quienes bajan el sueldo a los funcionarios. ¡Oh, cielos! ¿Quiénes son los que así se pronuncian? De ésta he de encontrar la fuente de mi desvarío, la causa de este desbarajuste. Pero no hay manera: unos hacen lo que criticaron, los otros critican aquello que hicieron. Y yo no salgo del barullo: ya no sé si subir el IVA es bueno o es malo, si los pensionistas son unos privilegiados, derrochadores y pastilleros que merecen ganar menos, o son unos pobres ancianitos desvalidos a quienes la sociedad debe proteger.

Qué confusión. Ya no tengo claro si la oposición debe ayudar al Gobierno en una circunstancia tan crítica o si, por el contrario, dada su negligencia y sus trapacerías, debe contribuir a derrocarlo. ¡Y además el Gobierno improvisa!, rugen enfurecidos. Pero ¿quién ha sido ahora? ¿Rubalcaba o Montoro?

Qué más da. Lo importante es improvisar, el único método conocido para lograr que los demás confíen en uno. Es eso, ¿no? Ay, no.

Me humedezco las sienes para despejarme. Doy un paseo. Algunos días todavía destella la lucidez en mi cabeza. Se produce cuando oigo: España no va a ser intervenida. España no va a ser intervenida. Lo decían los unos, lo dicen los otros. Hay acuerdo. Y eso sólo puede significar que hemos de sentirnos completamente tranquilos.

El proverbio griego asegura que “aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. Y yo estoy convencida de que el duopolio, en su determinación de destruir el país, ha decidido primero enloquecernos a todos.