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Y los informes morales, ¿qué dicen de Bankia?
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Y los informes morales, ¿qué dicen de Bankia?

En el asunto de Bankia, no sé si el Gobierno ha leído algún informe sobre la vertiente moral de su rescate, aunque sí parece que, al

En el asunto de Bankia, no sé si el Gobierno ha leído algún informe sobre la vertiente moral de su rescate, aunque sí parece que, al fin, se ha documentado desde el punto de vista financiero. Ya ha sido suficientemente glosada la inmoralidad de entregar dinero público a los bancos mientras se recorta en Sanidad o Educación. Sin duda, muchos argumentarán que resultaría más nocivo dejar quebrar a Bankia y que se arruinaran sus ahorradores y accionistas. Se trata, aseguran, de una entidad sistémica y, por tanto, todos nos veríamos afectados por esa quiebra.

En realidad, lo más sistémico que tiene una sociedad son sus valores, verdadera esencia de cualquier sistema de convivencia. Y esos valores -los más elementales- se están quebrando desde el principio de la crisis, una factura que pagaremos aunque no nos la pasen los acreedores internacionales. Esta crisis ya no trata de lo que gastamos, sino de lo que somos. Fernando Savater afirmaba ayer: “No conozco ninguna cultura que prefiera la mentira a la verdad, la cobardía al coraje o la avaricia a la generosidad”. También forma parte de los valores universales el castigar los malos actos y premiar los buenos. Lo contrario equivale a una distorsión de los valores que puede llegar a resultar inmanejable.

Lo más sistémico que tiene una sociedad son sus valores, verdadera esencia de cualquier sistema de convivencia. Y esos valores -los más elementales- se están quebrando desde el principio de la crisis, una factura que pagaremos aunque no nos la pasen los acreedores internacionales

Lejos de encontrarnos con una explicación del porqué de las injusticias que se están cometiendo, el poder utiliza la coartada moral a conveniencia. Se nos podría haber dicho que se reducen las becas para los alumnos con peores notas porque hay necesidad de hacer caja. Pero no. En la explicación de la medida, se ha introducido un elemento moral: no es justo que los peores estudiantes sean financiados igual que los mejores. Lo mismo ha sucedido con el repago farmacéutico: se ha dicho que servirá para evitar abusos y penalizar a quienes se sirven del dinero público de forma fraudulenta. También se trata de un fin moral. Vistas desde esa perspectiva, se trata de medidas que muchos compartirían. Pero ¿qué sucede cuando los mismos gobernantes optan por premiar al defraudador fiscal con una amnistía o a los malos gestores de las cajas con un rescate público? Si al mal estudiante le pagamos menos, ¿por qué al mal banquero le pagamos más?

El doble rasero se adereza con un discurso falaz, encaminado a la consecución de una legitimación moral que no puede resultar más inmoral: la culpabilización del ciudadano cuyo dinero se ha administrado mal y la exoneración de responsabilidad de quienes llevaron a cabo precisamente esa mala gestión. Nada como la cuestión de ETA para terminar de evidenciar esta perversión: ahora sabemos que si Otegi está en la cárcel mientras los de Amaiur disfrutan de la vida institucional se debe sólo a una cuestión de tiempo. Otegi fue correo de los etarras como lo son ahora sus amigos, pero no es la acción lo que obtiene una calificación moral –también política y penal, en este caso-, sino el haberla llevado a cabo antes o después de este maravilloso “tiempo nuevo”.

¿Todavía alguien piensa que una sociedad puede salir indemne de este proceso sistémico de destrucción de los valores? No nos falta dinero, sino ética pública. O defendemos esos valores elementales en la vida política, o acabaremos convertidos en una sociedad monstruosa que prefiere la mentira a la verdad, la cobardía al coraje y la avaricia a la generosidad.

En el asunto de Bankia, no sé si el Gobierno ha leído algún informe sobre la vertiente moral de su rescate, aunque sí parece que, al fin, se ha documentado desde el punto de vista financiero. Ya ha sido suficientemente glosada la inmoralidad de entregar dinero público a los bancos mientras se recorta en Sanidad o Educación. Sin duda, muchos argumentarán que resultaría más nocivo dejar quebrar a Bankia y que se arruinaran sus ahorradores y accionistas. Se trata, aseguran, de una entidad sistémica y, por tanto, todos nos veríamos afectados por esa quiebra.