Es noticia
Esperando al Egipto civil
  1. España
  2. Palabras en el Quicio
Irene Lozano

Palabras en el Quicio

Por

Esperando al Egipto civil

Sigue sin aparecer el Egipto civil. O existe, aunque aquejado de una debilidad tan extrema que no puede sustentar la transición democrática en el país. En

Sigue sin aparecer el Egipto civil. O existe, aunque aquejado de una debilidad tan extrema que no puede sustentar la transición democrática en el país. En Egipto hay una mayoría incivil: clérigos y militares que estorban a la política. El Baradei asoma estos días como la esperanza civil, pero su alianza con ultraconservadores islamistas y el Ejército da la medida exacta de su posición. 

La dificultad de saber quiénes son los buenos -en Egipto, como en otros países de la primavera árabe-, estriba en esa debilidad de lo civil. El expresidente Morsi cumplía, más o menos, con los requisitos formales de un sistema de libertades: fue elegido democráticamente, si bien el fondo de su actuación como gobernante demuestra menos fe en la democracia que en la religión. La Constitución aprobada por él otorga a la sharía un lugar preponderante como fuente del derecho, y merma las libertades de culto y de expresión: su mayor interés pasaba por hacer avanzar el islamismo, no la democracia. Si hubiera conseguido mejoras económicas, la población habría estado menos dispuesta al descontento. Si se hubiera manejado con más astucia entre los poderosos mandos militares, le habrían dado algo más de tiempo. No hizo ni una cosa ni la otra, y se quedó con los suyos, que son muchos, pero no suficientes.

Una sociedad es realmente democrática cuando se civiliza, esto es, cuando todos sus estamentos inciviles aceptan negociar el reparto del poder, no como mera estrategia para obtenerlo, sino como el orden natural de las cosasEl Ejército que acaba de expulsarle del poder carece incluso de la legitimidad formal de Morsi, y tampoco cree en la democracia. Resulta tentador comparar su golpe de Estado con los pronunciamientos militares liberales del Ejército español del siglo XIX, y abrazar la espinosa idea de la defensa democrática con medios antidemocráticos. Pero en los cuarteles egipcios no existe gran interés en contribuir a la democracia, sino en preservar sus privilegios de casta, que son de todo tipo: económicos, políticos, sociales. Durante la redacción de la Constitución ya se encargaron de blindar la gestión de su propio presupuesto, a espaldas del Parlamento, y de reservar para la milicia el cargo de ministro de Defensa.

No hay un camino recto en Egipto porque no hay músculo civil. Y no se fortalecerá con unas nuevas elecciones, aunque resulten imprescindibles. Llevará años de tropiezos, desajustes y vueltas a la casilla de salida. En el fondo, una sociedad es realmente democrática cuando se civiliza, esto es, cuando todos sus estamentos inciviles aceptan negociar el reparto del poder, no como mera estrategia para obtenerlo, sino como el orden natural de las cosas. 

Sigue sin aparecer el Egipto civil. O existe, aunque aquejado de una debilidad tan extrema que no puede sustentar la transición democrática en el país. En Egipto hay una mayoría incivil: clérigos y militares que estorban a la política. El Baradei asoma estos días como la esperanza civil, pero su alianza con ultraconservadores islamistas y el Ejército da la medida exacta de su posición.