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Dos zombis y un destino
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Dos zombis y un destino

En el escenario político, la opinión publicada y las tertulias coléricas, Mariano Rajoy y Artur Mas son dos hombres poderosos y enfrentados. Pero cuando cada noche

En el escenario político, la opinión publicada y las tertulias coléricas, Mariano Rajoy y Artur Mas son dos hombres poderosos y enfrentados. Pero cuando cada noche piensan el uno en el otro, poc a poc se dan cuenta de lo mucho que tienen en común. Ambos creen estar vivos y, como ostentan el poder, pueden guardar las apariencias. Son dos zombis en cuyas manos está el destino de España. La paradoja es que ambos querrían para sí el derecho supremo a decidir, pero este domingo se les recordará que su auténtica titular es Angela Merkel. Lo sobrante lo sigue custodiando el Tribunal Constitucional de Karlsruhe.

Un zombi preside el Gobierno de España y se contempla a sí mismo con parsimonia: si hay algo que Rajoy nunca ha tenido es prisa. La posibilidad de la inacción, después de un año de práctica, se demuestra ineficaz. Y no es tanto por lo que deja sin resolver –ya se presume que es todo-, sino porque no impide que la espuma de la Diada siga subiendo cada mes de septiembre, como un eterno retorno de lo mismo, que es idéntico pero siempre contiene alguna nueva arista punzante.

Parece que, este año, Rajoy ha preferido poner en marcha la rendición preventiva, lo cual para sus estándares ya equivale a echar a andar. ¿Cuál es la consigna? No se sabe con precisión, pero en cualquier caso pasa por aguantar, con la esperanza de que la economía marche y eso aplaque las ansias secesionistas. Además, juega con la debilidad política de Mas, que irá aumentando a medida que se acerquen las elecciones autonómicas: los de Esquerra le pisan los talones y los de su propia coalición, Unió, están más que descontentos con la tensión generada.

Rajoy y Mas tienen el poder pero carecen de la autoridad política, del ascendente social. Son los dos protagonistas de un duelo que parece transcurrir a garrotazos. La realidad es que ninguno tiene fuerza ni para asir el garrote.

El otro zombi preside la Generalitat y se enfrenta a un nuevo recorte de más de mil millones, por eso tiene prisa. Los independentistas saben que el momento de crisis es el mejor para plantear la ruptura y lo azuzan. Él empieza a ver que lo de ser un mesías le viene grande: no controla los movimientos sociales y políticos independentistas a cuya ola se subió. Muchos de ellos, de hecho, lo ven como un arribista sin convicción. Querría negociar –lo está haciendo de hecho- con su alter ego de España, pero tiene muchas dudas. A estas alturas, un buen pacto de financiación quizá no fuera suficiente para aplacar a esa ciudadanía ilusionada. A nadie le gusta pincharle el globo a un niño sonriente: son tan pocos los líderes políticos que hoy pueden vender un sueño y no una pesadilla…

En todo caso, jugará la baza de la debilidad de Rajoy: abandonado por cierta prensa, por muchos de sus votantes e incluso por un sector de su partido, ha logrado romper el suelo del PP. Sus barones autonómicos afilan las uñas a la espera de abalanzarse si la negociación con Cataluña los posterga y premia la deslealtad. Mas acaricia la idea de una debilidad máxima de Rajoy tras las próximas elecciones generales, necesitado del apoyo de CiU. Para llegar a ese momento sólo tendría que incumplir la promesa de una consulta para 2014. Y si sólo cambiara de fecha, ¿sería tan grave?

Ambos tienen el poder, pero carecen de la autoridad política, del ascendente social. Son los dos protagonistas de un duelo que parece transcurrir a garrotazos. La realidad es que ninguno tiene fuerza ni para asir el garrote. Ambos confían en que la debilidad del otro sea una milésima mayor. Y supongo que deberíamos felicitarnos, salvo porque las cosas que nadie es capaz de encauzar políticamente acaban resolviéndose fuera de la política. Y esa suele ser la peor opción.

En el escenario político, la opinión publicada y las tertulias coléricas, Mariano Rajoy y Artur Mas son dos hombres poderosos y enfrentados. Pero cuando cada noche piensan el uno en el otro, poc a poc se dan cuenta de lo mucho que tienen en común. Ambos creen estar vivos y, como ostentan el poder, pueden guardar las apariencias. Son dos zombis en cuyas manos está el destino de España. La paradoja es que ambos querrían para sí el derecho supremo a decidir, pero este domingo se les recordará que su auténtica titular es Angela Merkel. Lo sobrante lo sigue custodiando el Tribunal Constitucional de Karlsruhe.

Mariano Rajoy Artur Mas Cataluña CiU