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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Del periodismo y otros animales

Hay algo todavía más previsible que un debate parlamentario: la crónica periodística de un debate parlamentario. Da igual que los diputados hablen durante tres horas sobre

Hay algo todavía más previsible que un debate parlamentario: la crónica periodística de un debate parlamentario. Da igual que los diputados hablen durante tres horas sobre educación, por citar un ejemplo de ayer mismo. Al final, bastará con que a uno se le ocurra la payasada de cargar dos libros sobre los brazos en cruz en la tribuna, para que los medios le regalen la foto del día. Particular entusiasmo pondrán las televisiones, agradecidas por esa imagen novedosa para ilustrar su noticia de minuto y medio.

Que los debates públicos en nuestro país raramente versan sobre el fondo de las cosas es bastante notorio. Casi siempre se prefiere informar de la pugna partidista, que es la espuma de la ley Wert, como de casi todo. Esto no es nuevo, pero las malas prácticas con el tiempo suelen empeorar. Se empieza por considerar irrelevante lo que no sale en los medios y se acaba por considerar la ley un mero vehículo para transmitir un mensaje a los medios. Por cierto, la ley Wert deja intacta en sus tres cuartas partes la ley anterior, ¿no merece eso un titular?

El parlamento, el lugar de la palabra, se está reduciendo a un pintoresco photo-call; un decorado en el que el diputado se convierte en hombre-anuncio cada día y consume así sus 15 segundos de gloria

La ley, como muchas otras, no se ha elaborado para cambiar a fondo la realidad, sino para que los medios recojan un par de mensajes que los sectores amigos y la clientela del voto capten. Las leyes no interesan al Gobierno en cuestión sino como tótem de identidad. Me refiero a las poco importantes, claro. Cuando se trata de los impuestos, no hay miramientos que valgan. No se trata de que la ley solucione los problemas de la educación, sino de que los votantes del PP la identifiquen claramente como propia: unas gotas de religión católica, una pizca de discurso contra el nacionalismo (nada en la práctica), alguna ventaja a los colegios concertados y sexistas… Que todo nuestro público se sienta identificado, parece pensar el Gobierno. Y esta es la desgracia: esa búsqueda de identificación primaria en un asunto de vital importancia para la sociedad. La oposición sigue el juego en términos de identidad política y, en conclusión, nadie se ocupa de la educación. Aquí escribiría que la única excepción de ayer fue el diputado Martínez Gorriarán, que huyó de la discusión ideológico-identitaria, pero como ustedes no creerían mis elogios a un diputado de mi grupo, lo ahorraré.

Lo peor de ese tipo de noticia superflua y este tipo de ley también superficial es que dan el estrellato al diputado a quien mejor foto se le ocurra. Ya ven, el parlamento, el lugar de la palabra, se está reduciendo a un pintoresco photo-call; un decorado en el que el diputado se convierte en hombre-anuncio cada día y consume así sus 15 segundos de gloria. Si de Azaña han quedado grandes discursos, de esta legislatura quedarán fotos curiosas, reveladoras de la caricatura en que convierten el parlamentarismo quienes no creen en él. Necesitamos que acabe ya la crisis de los medios, porque los viejos periodistas que enseñaban ya no están en las redacciones. Y hay una generación entera convencida de que no debe buscar una historia diferente, sino publicar la misma foto en menos tiempo. Creen que esos dos segundos de anticipación son todo lo que el periodismo puede cambiar la sociedad.

Hay algo todavía más previsible que un debate parlamentario: la crónica periodística de un debate parlamentario. Da igual que los diputados hablen durante tres horas sobre educación, por citar un ejemplo de ayer mismo. Al final, bastará con que a uno se le ocurra la payasada de cargar dos libros sobre los brazos en cruz en la tribuna, para que los medios le regalen la foto del día. Particular entusiasmo pondrán las televisiones, agradecidas por esa imagen novedosa para ilustrar su noticia de minuto y medio.