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Cuidado, los incompetentes no dejan de conspirar
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Cuidado, los incompetentes no dejan de conspirar

El pasado miércoles estuve al borde del soponcio. No me sorprende la dejación del Gobierno y su grupo parlamentario en la tramitación de las leyes, pero

El pasado miércoles estuve al borde del soponcio. No me sorprende la dejación del Gobierno y su grupo parlamentario en la tramitación de las leyes, pero la cantidad de ineptitud por metro cuadrado que se ha acumulado en este Congreso los últimos días ha sido de una magnitud desconocida. Algún experimentado diputado me ha confesado no haber visto nada igual en 28 años.

De lo sucedido en la Comisión de Asuntos Exteriores el miércoles, durante la discusión de la Ley de Acción y Servicio Exterior, quedé espantada: enmiendas que no llegan, retraso, parálisis de la comisión, caos en la votación. Cuando parecía que ya no se podían cometer más desatinos, aún quedaban despropósitos ignotos y disparates inéditos, de manera que el entuerto parecía no tener fin. En algún momento pensé que no conseguiríamos acabar el trámite, y quedaríamos encerrados para siempre entre estas paredes o desapareceríamos todos en el pliegue de alguna transaccional. Aún no me he repuesto. Por si alguien no me cree, ahí están las actas, suponiendo que las taquígrafas pudieran trasladar al lenguaje racional lo que allí sucedía. No es que vaya a presumir yo –que llevo aquí dos años justos– de pericia parlamentaria, pero créanme que esto de ser diputado se puede aprender, siempre que uno ponga interés, claro.

La conspiración más peligrosa que se cierne sobre el país es la de una panda de incompetentes a los que no preocupa ni someter a las instituciones a un ridículo insondable, ni por supuesto hacer leyes chapuceras que ellos mismos deben reparar después

No muy lejos comenzaba otra comisión, la del Pacto de Toledo, que se reunía para debatir la trascendental reforma de las pensiones tramada por el Gobierno. El debate comenzó antes del verano, ¿recuerdan aquella famosa comisión de expertos y su dictamen? Pues bien, después de meses de discusión, cuatro horas antes de empezar la comisión los grupos no habían recibido ninguna propuesta concreta del Gobierno. Un papel, quiero decir, no palabras, generalidades e invocaciones reiteradas al consenso. ¿Puede alguien considerar esto serio? ¿Es cinismo, ineptitud o simple desvarío?

Empiezo a considerar muy seriamente la necesidad de disolver las Cortes por causa de incuria. Creo que la conspiración más peligrosa que se cierne sobre el país es la de una panda de incompetentes a los que no preocupa ni someter a las instituciones a un ridículo insondable ni por supuesto hacer leyes chapuceras que ellos mismos deben reparar después. Ayer votamos en el Congreso un crédito extraordinario para el CSIC de 70 millones porque el recorte previsto en el presupuesto lo abocaba al cierre. ¿Es que nadie en Hacienda se percató en su día de que con lo presupuestado no alcanzaría ni para pagar la calefacción? Sí, claro, lo dijimos algunos grupos de la oposición, pero les dio igual. A este paso van a inventar el decreto-ley de segunda edición, o sea, corregido y aumentado. No se sorprendan, que el ministro de Exteriores nos desveló la existencia de enmiendas constitucionales de autor, en las que el autor es él, obviamente, pues no hay gesta política que su grandeza no haya emprendido y llevado a la cima del éxito.

En fin, otro error reparado a todo correr es la desaparición de las Matemáticas en el Bachillerato. También lo advertimos, pero tampoco les importó. Como estos podría poner decenas de ejemplos. Es terrorífico: este Gobierno se ha llegado a convencer de que la mayoría absoluta puede enjugar no sólo sus mentiras o su insensibilidad, sino ambas cosas juntas y además su chapuza. 

El pasado miércoles estuve al borde del soponcio. No me sorprende la dejación del Gobierno y su grupo parlamentario en la tramitación de las leyes, pero la cantidad de ineptitud por metro cuadrado que se ha acumulado en este Congreso los últimos días ha sido de una magnitud desconocida. Algún experimentado diputado me ha confesado no haber visto nada igual en 28 años.

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