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Seis formas de robar un banco
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Seis formas de robar un banco

Ante la creatividad demostrada a lo largo de los años por los consejeros y directivos de Cajamadrid y Bankia para asaltar el banco en que trabajaban

Ante la creatividad demostrada a lo largo de los años por los consejeros y directivos de Cajamadrid y Bankia para asaltar el banco en que trabajaban, no cabe sino quitarse el sombrero. La última genialidad que hemos conocido es el uso de ‘tarjetas fantasma’ que les permitieron gastar más de 15 millones de dinero público. Chapeau! Se trata de la última virguería, pero un somero balance revela un talento sin parangón. La capacidad para la innovación de esta cuadrilla de ladrones convierte al gremio de los cacos en gente poco competitiva.

Empezaron a asaltar la caja, por primera vez, y de forma continuada, cobrando sueldos millonarios, inversamente proporcionales a su aptitud. Entretanto, desfalcaban mediante dietas, segunda fuente de ingresos públicos, pero sin dejar de cobrar ni un solo minuto prejubilaciones o planes de pensiones, tercera y cuarta modalidad de atraco respectivamente. El quinto robo fue a cara descubierta: hubimos de pagarles indemnizaciones millonarias como premio a su incuria cuando abandonaron sus puestos dejando la quiebra tras de sí. La sexta variante es esta de las tarjetas: 15 millones para gastos de cualquier tipo, que se iban repartiendo en la timba mientras comentaban lo bien que el Gobierno anterior, el actual y el autonómico estaban repartiendo las cargas de la crisis entre todos.

El fiscal ha dejado claro que este latrocinio es doble a su vez, pues no sólo gastaban dinero público, sino que no lo declaraban a Hacienda. Sus palabras no dejan lugar a dudas: “No consta que los tenedores de estas tarjetas hayan declarado las sumas como percibidas”. Sólo Carmen Cafranga, que dimitió ayer, gastó 175.000 euros en nueve años, es decir, casi 20.000 euros anuales, un sueldo entero, otro más. Esta señora seguía teniendo responsabilidades en esa Fundación Cajamadrid –que a modo de sarcasmo lleva el apellido “Obra Social”– y que está hecha con los pecios de la caja, ergo fuertemente politizada. Ahora entiendo por qué cuándo Andrés Herzog, el abogado de UPyD, le escribió en julio pidiéndole que instara a consejeros y directivos a devolver el dinero se negó a hacerlo: era su cuenta la afectada.

No dimite por responsabilidad. Y lo mismo cabe decir de Pablo Abejas, hasta ayer director general de Economía de la Comunidad de Madrid y responsable de Avalmadrid. ¿Quién lo avalaba a él? Se van para no verse obligados a devolver el botín de su robo. Se dan cuenta de que el saqueo ha terminado y quieren irse con el botín obtenido en cada una de esas seis formas de atraco. La séptima, por cierto, es el rescate de 22.000 millones de euros que estamos pagando entre todos para sanear Bankia. Comparados, estos 15 millones de las tarjetas con poca cosa, pero pueden representar tanto como el fraude fiscal por el que finalmente Al Capone acabó en la cárcel.

Ante la creatividad demostrada a lo largo de los años por los consejeros y directivos de Cajamadrid y Bankia para asaltar el banco en que trabajaban, no cabe sino quitarse el sombrero. La última genialidad que hemos conocido es el uso de ‘tarjetas fantasma’ que les permitieron gastar más de 15 millones de dinero público. Chapeau! Se trata de la última virguería, pero un somero balance revela un talento sin parangón. La capacidad para la innovación de esta cuadrilla de ladrones convierte al gremio de los cacos en gente poco competitiva.

Caja Madrid Carmen Cafranga