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Las fantasías de Angela y Alexis
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Las fantasías de Angela y Alexis

Aunque no sea el día para decirlo –ni la semana ni posiblemente el mes–, Angela Merkel y Alexis Tsipras comparten un estado de ánimo que está

Foto: La canciller alemana, Angela Merkel (EFE)
La canciller alemana, Angela Merkel (EFE)

Aunque no sea el día para decirlo –ni la semana ni posiblemente el mes–, Angela Merkel y Alexis Tsipras comparten un estado de ánimo que está pasando desapercibido para los analistas. Por encima de discrepancias ideológicas o climáticas, ambos viven en sus respectivas fantasías, lo cual podría distanciarlos, pero en el fondo los une.

Merkel cree, como muchos alemanes, que la democracia es un simple conjunto de reglas: basta aplicarlas con rigor para que todo funcione, casi como en un proceso de alquimia absolutamente predecible. Obedecer las normas resulta un imperativo no sólo legal ni político, sino moral, porque ellas se sitúan por encima de todos los ciudadanos. Con esa fe, quedan conjurados los fantasmas históricos que tanto atenazan a los alemanes: la inflación, los caudillos carismáticos y, sobre todo, el poder basado no en la regla, sino en la excepción escrita a conveniencia.

Por su parte, Tsipras encarna ese carisma tan temido por los alemanes. Cree que representa a los griegos, no más que Merkel –lo cual es obvio–, sino más de lo que ella representa a los alemanes, algo muy dudoso. Para Tsipras la política no es un reloj de precisión, sino de arena. Quizá recuerda del discurso fúnebre de Pericles aquel pasaje: “Prestamos obediencia a quienes se suceden en el Gobierno y a las leyes, principalmente a las que están establecidas para ayudar a los que sufren injusticias”. Tsipras cree que la terrible injusticia en que viven sus conciudadanos justifica que Grecia sea la excepción.

Cada uno tiene su Historia y en ella se guarecen, porque no hay nada más cálido que un abrigo de mitos. Sin embargo, las ilusiones de ambos se hallan ancladas a la escombrera del mundo. Eso nos salvará, porque Merkel y Tsipras son políticos. No son escritores de ficción. No son profesores elaborando teoremas. Son políticos que deben solucionar un problema.

El problema no lo constituye sólo la deuda griega, sino también sus carencias institucionales, que pueden hacer tambalearse la Unión Europea. La propia UE es, en estos momentos, problemática, por cuanto en los últimos 25 años, desde la caída del Muro, no ha encontrado un relato globalizador que galvanice a los europeos de todas las latitudes. Lo que ocurra con Grecia contribuirá a definir ese relato o a desmadejarlo, quizá para siempre.

Como todos los problemas, éste tiene solución. Como todos los políticos, ambos tendrán que desprenderse de su abrigo de mitos, mirarse de frente y pactar cómo quieren que sea esta Europa hoy doliente dentro de veinte años.

Aunque no sea el día para decirlo –ni la semana ni posiblemente el mes–, Angela Merkel y Alexis Tsipras comparten un estado de ánimo que está pasando desapercibido para los analistas. Por encima de discrepancias ideológicas o climáticas, ambos viven en sus respectivas fantasías, lo cual podría distanciarlos, pero en el fondo los une.

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