Palo Alto
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La lideresa se autocorona como verso suelto
Esperanza Aguirre, pasado ya el Cabo de Hornos, quiere ser por derecho propio el “verso suelto” que en otros tiempos correspondía a su cordial enemigo Gallardón.
Esperanza Aguirre, pasado ya el Cabo de Hornos, quiere ser por derecho propio el “verso suelto” que en otros tiempos correspondía a su cordial enemigo Gallardón. Como está ya curada de todo espanto, la lideresa insiste en mentar la soga en la casa del ahorcado: elecciones primarias. A toda costa.
Sabe, en cualquier caso, que se trata de un mero brindis al sol porque esos inventos democráticos internos no se han hecho para boca de la derecha. Quizá Aguirre sigue pensando, no sin alguna razón, que si ello hubiera ocurrido quizá la que en estos momentos durmiera en el palacio de la Moncloa fuera ella.
En el oficialismo popular, sin embargo, se lo toman a chacota: con lo amiga que es de José María Aznar nadie comprende cómo no le convenció en su día para que, en lugar del dedo índice, no utilizara métodos de democracia interna.