Palo Alto
Por
La flota automovilística de Botella
Alberto Ruiz-Gallardón, manirroto, excesivo, dejó el Ayuntamiento de Madrid con telarañas y deudas y sedujo voluntades políticas (especialmente de Izquierda Unida) a cambio de cuatro coches
Alberto Ruiz-Gallardón, manirroto, excesivo, dejó el Ayuntamiento de Madrid con telarañas y deudas y sedujo voluntades políticas (especialmente de Izquierda Unida) a cambio de cuatro coches oficiales, unos despachos y algunas sinecuras.
Cuando llegó Botella, anunció que suprimía los coches oficiales para los concejales, pero nada de nada. Hacen ostentación de ellos en la calle Mayor, aparcan donde ellos no dejan aparcar a los ciudadanos, hacen mangas y capirotes de sus propias ordenanzas y, en definitiva, el despilfarro anida en la corporación más endeudada de España antes y ahora.
No deja de resultar cómico que, por ejemplo, el portavoz de IU, Angel Pérez, tenga coche oficial cuando él sabe que el Metro madrileño es fantástico: fue conductor del mismo hasta que la política le abrió una puerta a la esperanza y la mejora laboral.
Hay unos cuantos vecinos de esa zona de Madrid a los que han propuesto una sentada en medio de la calle cada vez que estos sujetos –es decir, todos- nos saquen los ojos y se cisquen dentro con sus abusos y sus despilfarros.
Porque, irónicamente, unos metros más allá está la oficina de recaudación del Ayuntamiento, voraz, ávida y eficaz. Hasta el punto que es ya un clamor que lo único que funciona bien en esa corporación es el servicio de incautación, perdón, quería decir de recaudación. ¡Igual que en los regímenes de los grandes sátrapas!
Alberto Ruiz-Gallardón, manirroto, excesivo, dejó el Ayuntamiento de Madrid con telarañas y deudas y sedujo voluntades políticas (especialmente de Izquierda Unida) a cambio de cuatro coches oficiales, unos despachos y algunas sinecuras.