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El curioso caso del cura de Villardeciervos (Zamora)
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Graciano Palomo

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El curioso caso del cura de Villardeciervos (Zamora)

Se suele decir que Dios escribe recto con renglones torcidos. Quién iba a decir a la católica y apostólica Castilla que llegaría un día en los

Foto: El curioso caso del cura de Villardeciervos (Zamora)
El curioso caso del cura de Villardeciervos (Zamora)
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Se suele decir que Dios escribe recto con renglones torcidos. Quién iba a decir a la católica y apostólica Castilla que llegaría un día en los albores del siglo XXI en que un ruso (antes soviético) iba a regentar una antigua iglesia en el austero pueblo de Villardeciervos, en la recoleta Zamora que nunca se ganó en una hora.

Pues bien. Hete aquí, amigos, que un tal Vladimir Hryhoriet, 39 años, cura rural en la localidad zamorana mencionada, llegó a nuestro país procedente del frío y tras haber sido educado en la Academia de Ciencias de la extinta URSS no sólo en el ateísmo, sino también en una furibunda ideología antirreligiosa. Se reía de sus compañeros creyentes y consideraba todo lo religioso como una reminiscencia del Antiguo Régimen.

Pero al bueno de Vladimir no se le ocurrió otra cosa para matar el tiempo que asistir en su natal Miory (Bielorrusia) a una misa de Pascua que, para más despecho, era en polaco y latín, lenguas que le sonaban, precisamente, a latín. Ahí se cayó del caballo, hasta tal punto que decidió hacerse sacerdote. Y aterrizó en Villardeciervos, donde atiende espiritualmente a gente que llega desde el País Vasco o Cataluña para ser tratados en su centro pastoral.

El padre Hryhoriev está convencido de que el “pueblo español regresará a Dios de corazón, no sólo de precepto…”.

Antes y desde los Reyes Católicos, Castilla la Vieja exportaba curas y monjas para la conversión de Rusia…. (misterio de Fátima). Hoy, un ruso quiere redimir a la católica España. ¡Definitivamente, el mundo al revés!

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Se suele decir que Dios escribe recto con renglones torcidos. Quién iba a decir a la católica y apostólica Castilla que llegaría un día en los albores del siglo XXI en que un ruso (antes soviético) iba a regentar una antigua iglesia en el austero pueblo de Villardeciervos, en la recoleta Zamora que nunca se ganó en una hora.