Fraga triunfa después de muerto

Los que conocimos a Manuel Fraga al iniciarse la Transición supimos de que cualquier esfuerzo del viejo patrón de Villalba por granjearse el respeto democrático de la izquierda era baldío. Por eso dimitió, entre otras cosas, y se puso manos a la obra para refundar su principal criatura política, el Partido Popular.

Pues bien, el próximo día 15, coincidiendo exactamente con el primer aniversario de su fallecimiento, el Senado, la última institución en la que dejó su impronta tras 50 años de servicio público en el franquismo y en la democracia, colocará un busto en sus vastas, excesivas y caras dependencias del hombre que luchó hasta la extenuación por el triunfo de la “mayoría natural”.

El acuerdo ha sido aprobado por unanimidad de la Junta de Portavoces en la que están populares (va de suyo), socialistas, nacionalistas radicales de Euskadi y Cataluña, comunistas y demás fauna partidaria.

El busto ha sido sufragado por el Grupo Popular de la Cámara Alta, esa que se resistió a dejar hasta en los últimos estertores de su existencia. El dirigente que presentó a Santiago Carrillo en sociedad –“ante ustedes un comunista de mucho cuidado”, diría en los bien cuidados salones del decadente Club Siglo XXI-, es ahora reconocido por el amplio espectro del Senado como un padre de la Patria. Cuando Pío García Escudero se le comunicó hace unos días en su modesto nicho de Perbes, el trueno gallego debió removerse en su ataúd: