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El extraño caso de la megarrica Rosalía Mera
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Graciano Palomo

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El extraño caso de la megarrica Rosalía Mera

Dice un colega y sin embargo amigo que para lucir vitola de “progre” hay que ser rico. La boutade puede acarrear alguna justeza si nos fijamos

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El extraño caso de la megarrica Rosalía Mera

Dice un colega y sin embargo amigo que para lucir vitola de “progre” hay que ser rico. La boutade puede acarrear alguna justeza si nos fijamos en algunos especímenes que pululan por el jardín hispano a fuer de misericordiosos.

Se ha puesto de moda, ¡que no decaiga!, entre algunos megarricos españoles apuntarse al “capitalismo compasivo” y no seré yo, desde el luego, el que ponga en solfa tan caritativo ejercicio. ¡En modo alguno!

Pero lo sorprendente son los argumentos que utilizan para dar lecciones al poder político algunos que ganan más por asistir a un consejo de administración que un ministro en todo el año.

Me contó una vez Manuel Fraga, con el verbo atropellado que caracterizaba al que fue fundador del Partido Popular, que había conocido a los Ortega/Mera regentando una pequeña mercería en Arteixo (La Coruña) y que la esposa del magnate zurcía por aquel entonces calcetines y medias. Yo hace tiempo que me suscribí a eso que llamamos “cultura del mérito”.

Rosalía Mera, a través de su fundación de carácter social Paideia, devuelve a la sociedad algo de lo mucho que su inteligencia y fortuna le ha dado. Le ha dado mucho porque está situada en el tercer puesto de los megarricos, por encima de los Entrecanales, Koplowitz, Manuel Jove o los famosos Albertos. En España sólo parece superada por su propio exmarido y la familia Del Pino (Ferrovial). ¡Felicidades!

Ahora bien, con el dinero que tiene debería contratar a alguien que le diga algunas elementalidades. Arremete contra el poder político porque con sus medidas de ahorro y recortes aumenta la pobreza infantil y lleva a la exclusión a millones de seres humanos. Hasta ahí podemos estar de acuerdo. Pero olvida decir que, desde que comenzó la crisis, su patrimonio personal aumentó en un 16% hasta los 2.478 millones. De modo y manera, señora Mera, que no “todos estamos en el mismo barco”.

Su discurso tendría para mí, modestamente, un valor incontestable si además de la denuncia a los poderosos usted pidiera vehemente a ese gobierno que prohibiera, por ejemplo, las sicav, gravara con impuestos especiales a las megafortunas y persiguiera implacablemente los intentos de burlar al fisco. Ni siquiera le pido que anuncie dejar una cuarta parte de su fortuna a los que nada tienen que llevarse a la boca.

¡Una cosa es predicar y otra dar trigo! La caridad es una cosa y la justicia otra.

Tribute usted al mismo tipo que sus empleados y luego hablamos. De lo que guste. 

Dice un colega y sin embargo amigo que para lucir vitola de “progre” hay que ser rico. La boutade puede acarrear alguna justeza si nos fijamos en algunos especímenes que pululan por el jardín hispano a fuer de misericordiosos.

Rosalía Mera