¿Tiene Blesa un quintacolumnista en el juzgado de Elpidio?

Los muy activos muchachos de Manos Limpias no se cortan un legajo. Su presidente Miguel Bernard Remón interpuso el pasado día 9 en el Juzgado de Instrucción número 47 (en funciones de guardia) de la Plaza de Castilla una denuncia contra la “funcionaria de Gestión del Juzgado de Instrucción numero 9, cuyo único dato de filiación conocido es su nombre, MAR”, que nada tiene que ver con el mismo acrónimo que aparece en los papeles de Bárcenas.

Basan su denuncia en las irregularidades cometidas en las diligencias 3173/13 relativas a la personación del Sindicato de funcionarios públicos en su condición de “acusación popular”, que la citada funcionaria insiste en considerar “acusación particular”.

Como llueve sobre mojado en cuestiones que afectan al citado procedimiento contra el expresidente de Caja Madrid, los de Manos Limpias están moscas. Porque la tal MAR se negó a realizar la minuta exigida por la asociación de cambiar su denominación en el proceso contra Miguel Blesa, “abandonando el despacho en presencia de la procuradora para, a renglón seguido, ir al despacho del juez titular del juzgado de Instrucción número 36  para, sospechamos, revelarle según su interés lo sucedido al juez de dicho juzgado incompetente en las diligencias previas 3173/13”.

Los abogados de Manos Limpias consideran que el proceder de la tal MAR puede ser constitutivo de varios delitos: revelación de secretos, desobediencia a la autoridad y prevaricación. Porque, curiosamente, esta “funcionaria de Gestión” ha sido clave en el proceso que el CGPJ está instruyendo contra el juez Elpidio Silva.

¿Qué se malician los denunciantes? Sencillamente, que la tal MAR actúa como quintacolumnista de Blesa y coligen, asimismo, que la inmensidad de dinero pagado por el Banco de Florida adjunta otros beneficiarios que tienen nombres, apellidos y en su día gozaron de enorme poder en el suelo patrio.

Si todas estas sospechas de Bernat & sons se confirman, sería la guinda para el pastel organizado por un personaje  tan pálido como inquietante. Él (Blesa) en la calle, rico, orondo y desternillándose de risa (¡quién ríe el último…!) y el otro, el juez Silva, a punto de perder su empleo. ¡Carajo!