A ver si lo de Corinna no es lo que parecía

En este asunto sí que podrían tener algo que decir los agentes del CNI. Pero no dirán, como es su obligación, al menos por ahora. Luego todo se andará.

Durante meses se han escrito, dicho, publicado, venteado y santificado tal cantidad de cosas sobre la princesa centroeuropea (o lo que sea) que probablemente quedarán en cueros cuando se conozca la verdad acerca de la susodicha. Don Juan Carlos ha guardado real silencio (como no podía ser de otra forma) mientras doña Sofía, como yunque, sufre y también calla.

Ese ingeniero financiero de postín llamado Diego Torres, ¡un artista de la pista!, pide al juez que llame a declarar a Corinna a los efectos de aclarar su participación en algunos de los proyectos del Instituto Nóos financiados con fondos públicos y que reportaron beneficios cercanos a los seis millones de euros.

Dispara con balas rompedoras aunque quizá ya demasiado tarde. El ‘Bárcenas’ del caso Urdangarin ya avisó que está dispuesto a morir matando porque es otro de los estultos que cree que el poder político puede al fin paralizar una instrucción judicial en manos de un juez al que le importa todo una higa sin más ni menos.

A La Casa Real lo que realmente le interesa don Diego es que los legajos se finalicen cuanto antes y si es posible que el exjugador de balonmano entre en la cárcel. Ahí se podrá visualizar urbi et orbi que todos somos iguales ante la ley como dijo su avejentada Majestad.

En este asunto de doña Corinna, la verdad, lo que se dice la verdad, sólo la saben cuatro: la susodicha, don Iñaki, el CNI y algo Torres.

¡Qué carnaza!