Críticos, ¿qué críticos?

Corre la especie por donde siempre corren estas culebras, y mucho más en verano, que se estaría preparando un nuevo partido a escindir del Partido Popular en donde la cabeza visible -por visible y mediática- sería la exlideresa madrileña Esperanza Aguirre, secundada por personajes como Alejo Vidal Quadras, Santiago Abascal, Cayetana Álvarez de Toledo, Lucía Figar y otros nombres de corte menor.

En realidad, ese siempre ha sido un viejo demonio histórico de la derecha. Una cosa es que se intente sacar provecho de las debilidades del actual comandante en jefe -que casi nunca tragaron cuando se percataron de que no iba a ser un caña movida por el viento pero lo eligió su icono Aznar-, y otra bien distinta que, tal y como están las cosas, se pueda levantar una formación política de nuevo cuño de la noche a la mañana.

El problema es que dentro de unos meses se elaborarán las listas al Parlamento Europeo -un chollo bien pagado y sin responsabilidad ni trabajo alguno- y hay que posicionarse. Ese es precisamente el fuerte de Rajoy y por extensión de María Dolores de Cospedal. Salvo Aguirre, y estaría por ver si se presentara fuera de las siglas PP, ninguno de ellos tiene media bofetada electoral. El salón conspirativo lo aguanta todo pero las urnas no.

Ni con apoyatura mediática porque, entre otras cosas, Ramírez tiene acreditada deriva de perdedor cuando pide el voto para alguien... Remember: “Mi voto por Landelino....”

Otra cosa distinta es que dentro del PP se permita la lealtad de decir la verdad e incluso de denunciar todo lo podrido que pudiera existir. Sinceramente, no me creo que Esperanza propiciara el encuentro entre Luis Bárcenas y Pedro J. El director de El Mundo tiene mejores interlocutores al respecto dentro de sus propios columnistas.

Alejo sabe que no repetirá en las listas PP -¡o sí, Mariano tiene esas cosas!- y anda moviendo el traserillo una vez que su grupo Intereconomía está colgado de un alambre. Vidal Quadras es un elemento crítico, por inteligente, y un gran patriota a la liberal y a la antigua usanza.

Todavía rememora con gran precisión la enorme patada que le propinó Aznar cuando hablaba catalán en la intimidad.

¡Oiga, que no!