Es noticia
El muchacho muerto que hizo cambiar a Fraga
  1. España
  2. Palo Alto
Graciano Palomo

Palo Alto

Por

El muchacho muerto que hizo cambiar a Fraga

A las nueve de la mañana del pasado miércoles, me pusieron un SMS -¡qué peligro!- alertándome acerca de la suerte de Enrique Beotas, un gallego que

Foto: El periodista Enrique Beotas.
El periodista Enrique Beotas.

A las nueve de la mañana del pasado miércoles, me pusieron un SMS -¡qué peligro!- alertándome acerca de la suerte de Enrique Beotas, un gallego que había nacido en Ávila y ejercía de madrileño cheli. Desgraciadamente, ya se había confirmado que había aparecido abrasadoentre los vagones malditos de Angrois.

Cuando Fraga decidió coger las riendas tras el desastre Hernández Mancha, tomó una de las decisiones más inteligentes del final de su vida política. Llamar a su lado como jefe de prensa a un joven periodista, un tanto impertinente y vanidoso, llamado Enrique Beotas, siempre y al final buena persona. Había hecho sus pinitos en el democristiano Ya y entendía de gestionar la comunicación mucho mejor de lo que escribía.

Soy testigo de que, incrustado en aquella vieja guardia que todavía rodeaba a Fraga Iribarne, abrió los obsoletos ventanales de Génova 13 y convenció a propios y extraños de que, detrás de la temida figura del fundador de la derecha, se escondía un hombre de Estado que parecía comerse a los niños crudos y al final resultaba un osito de peluche. Tampoco es el caso pero casi.

A su vez tuvo que convencer al patrón de Villalba (Lugo) de que los plumillas y plumones que escribían y entendían de las cosas informativas de Alianza Popular (luego PP) no eran per se rojos estalinistas que buscaban socavar los cimientos de la civilización cristiana ni establecer el lar patrio una comuna marxista con tintes gulag.

En pocos años, Beotas tendió puentes, facilitó la información y consiguió que don Manuel, por primera vez en su día, se quitara la chaqueta, aunque sólo la suya.

Participé en algunos de sus programas reboticarios, ¡de algo hay que vivir!, y siempre, entre chanza y chanza, encontré un compañero leal y un amigo entrañable, aunque tampoco era moco de pavo aguantar su deriva vanidosa/chistosa que le hacía incluso más humano.

La gran lección que le faltaba por darme es en la hora de su muerte, precisamente él que era un hipocondriaco de muchos cojones. Esa lección no es otra que la futilidad de la vida en la que necesariamente hay que distinguir el grano de la paja y las voces de los ecos. Esto es, lo importante de lo accesorio y que aquí nadie es más que nadie estando de paso.

Hermano, camarada, disfruta del paraíso y hasta que volvamos a encontrarnos Dios te lleve en la palma de su mano.

A las nueve de la mañana del pasado miércoles, me pusieron un SMS -¡qué peligro!- alertándome acerca de la suerte de Enrique Beotas, un gallego que había nacido en Ávila y ejercía de madrileño cheli. Desgraciadamente, ya se había confirmado que había aparecido abrasadoentre los vagones malditos de Angrois.

Muerte Manuel Fraga