Y Aznar, ¿por dónde anda?

La gran bandera española sigue ondeando en Guadalmina Alta orgullosa y pretendida. ¡Como debe ser! El señor de los abdominales los pasea ufano por la pésima playa negra en-cantada de Marbella mientras recibe informes de que su sucesor las está pasando canutas comiéndose de paso un marrón que se cocinó en tiempos de él y Francisco Álvarez Cascos.

No aparece por lado alguno. Para estas cuestiones José María Aznar siempre ha sido un artista de la pista. Fue señor absoluto del Partido Popular durante catorce años, sus protegidos principales andan con problemas con la Justicia y él sigue impartiendo lecciones de todo y sobre todo, código ético incluido. Ni está ni se le espera. Ni siquiera un familiar cercano que anduvo en tratos con Francisco Correa que se ha perdido en Sotogrande.

Unos lo achacan al fiscal Antonio Salinas, otros al temor que produce su agresiva majestad y los de más allá sostienen que un día u otro será llamado a capítulo. Mientras ventea negocio en Pipper Rudnichk, el madrileño observa cómo al tándem Rajoy/Cospedal le salen todos los escualos del armario. Lo sorprendente es que el inquilino de Soto del Real no haya soltado palabra alguna –y mucho menos papelajo ‘ad hoc’- sobre el que catorce años fue su comandante en jefe.

No escribo que lo tenga, oiga, digo que es sorprendente dentro de este inabarcable quilombo que envuelven a las huestes populares.

Todo muy raro. Es más, sorprendentemente raro.