El fontanero mayor nadó y guardó la ropa

La diferencia con los anteriores directores del Gabinete de la Presidencia es notable. Para empezar Jorge Moragas es el único servidor del Estado (y de sí mismo) que habita esas estancias con tres administraciones: Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy. Y, además, qué coño, quiere ser distinto.

No me extrañó cuando recibí una invitación ad hocpara asistir a su coronamiento caribeño en la embajada de Colombia, donde por decreto del presidente Santos le era impuesta la Gran Cruz de San Carlos. No cabía un alfiler de los notables del Reino.

Moragas hizo presente a Winston Churchill, incluso de manera abusiva. Pero el escenario era el indicado para describir con precisión cómo están las cosas del poder exterior en el gobierno marianista.

Don Jorge se deshizo en citas hacia José Manuel Garcia-Margallo (al que concedió el 50% de su banda), volvió a releer la magistratura del inquilino de Santa Cruz, mientras al lado los ministros de Interior e Industria perdían la mirada.

Como catalán, el principal edecán del presidente sabe mejor que nadie que en política hay que hacerse perdonar hasta las cruces que a uno le cuelgan del ojal. Y es lo que hizo. Pero enseguida me dieron las interpretaciones. García-Margallo y el director del Gabinete han muñido una alianza de factopara poner en su sitio al ministro de Defensa, Pedro Morenés, que además de no militante en el Partido Popular, quiere hacerles el pase de la cortinilla.

Alguna vez cambiará el equipo ministerial y para esa coyuntura están ya preparadas diversas ambiciones cuajadas. Por ejemplo, el secretario de Estado para Europa, Iñigo Méndez Vigo, tan pijo y relamido, que aspira a ocupar la silla de Margallo. Para ese envite, tampoco fácil, el apoyo de Moragas Moratey es inestimable. No hay que olvidar que tiene la posibilidad de susurrar de continuo en la oreja del césar.