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Graciano Palomo

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De Rouco Varela a lo desconocido

Negar que el Papa Bardoglio ha venido a desconcertar a lo más granado de la ortodoxia católica española no es ningún secreto, como se puede colegir

Foto: Rouco Varela (EFE)
Rouco Varela (EFE)

Negar que el Papa Bardoglio ha venido a desconcertar a lo más granado de la ortodoxia católica española no es ningún secreto, como se puede colegir de algunos comentarios de militantes como Juan Manuel de Prada, el siempre heterodoxo Dragó y demás peña ad hoc. Porque, además, en España se cumplen las previsiones de cambio estatutario en diócesis capitales para la gobernanza de la Iglesia como Madrid, Barcelona y en los dos puestos principales de la Conferencia Episcopal.

Bien, en el próximo mes de noviembre el siempre controvertido monseñor Martínez Camino tendrá que dejar su puesto a un nuevo secretario general de la CE, que es algo así como la Cospedal de los ensotanados, pero sin bárcenas al uso que amarguen las cuentas corrientes.

De esa elección se podrán extraer algunas conclusiones respecto al rumbo que adopte la Iglesia en España tras un largo periodo informado por el rouquismo, donde el todavía arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia ha impuesto sus maitines. Se apunta el nombre de Juan del Río, el onubense arzobispo castrense, periodista, que fue director de la Comisión de Medios de la propia Conferencia.

Monseñor Rouco Varela dejará el arzobispado de Madrid pero también la presidencia de la Conferencia Episcopal.

Los caminos de la Iglesia siempre son inescrutables, pero se apunta para sustituirle en el despacho de La Almudena al ministro Antonio Cañizares, valenciano y vaticanesco. “Roma actúa, no insinúa ni ordena...”, me dice uno de los mejores conocedores de los pasillos de Añastro 1. Si así fuera, quedarían para la sede central de la Iglesia, monseñor Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, y Ricardo Blázquez, “un tal Blázquez”, arzobispo de Valladolid, que ya fue presidente de la CE.

Ninguno de todos ellos dispondrá de tanto poder e influencia como el lucense Rouco Varela. Uno de los puestos claves es el arzobispado de Barcelona, donde el cardenal Martínez Sistach hace tiempo que tiene hechas las maletas. Si se opta por el nacionalismo “moderado”, el candidato es Joan Enric Vives, obispo de La Seu, pero si se busca un equilibro el apunte es para Jaume Pujol Bacells, arzobispo de Tarragona sin excluir al “españolista” José Angel Saiz Meneses, obispo de Tarrasa. No son baladíes para la Iglesia estas cooptaciones, pero tampoco para eso que todavía damos por llamar España.

Una etapa de poder rotundo está a punto de echar el cerrojo. ¿Cómo se sustancia el espíritu del Papa Francisco en la vieja y católica España? Pongamos la vela sobre el celemín.

Negar que el Papa Bardoglio ha venido a desconcertar a lo más granado de la ortodoxia católica española no es ningún secreto, como se puede colegir de algunos comentarios de militantes como Juan Manuel de Prada, el siempre heterodoxo Dragó y demás peña ad hoc. Porque, además, en España se cumplen las previsiones de cambio estatutario en diócesis capitales para la gobernanza de la Iglesia como Madrid, Barcelona y en los dos puestos principales de la Conferencia Episcopal.

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