El cónclave decisivo a orillas del Pisuerga

Al fin y al cabo la rutilante carrera de José María Aznar se cocinó en las orillas del Pisuerga que casualmente pasaba por Valladolid.

Pues bien, dentro de una semana Mariano Rajoy y su generala en jefe, María Dolores de Cospedal, darán la palabra en la Convención Nacional (cada dos años) a los tres vicesecretarios generales, Carlos Floriano (España, crecimiento y empleo); Esteban González Pons (España, una gran nación) y Javier Arenas (España, sociedad del bienestar).

Esto es lo oficial. Pero lo sustancial del encuentro entre hermanos es que el padre de todos ellos les va a pedir -sobre todos a los llamados “barones” que siempre tienen la tentación de entonar el “sálvese quien pueda”- disciplina, agrupación y buenos alimentos, esto es, evitar una “insumisión” interna en relación con los asuntos más cuestionados por sus baronías: recortes sanitarios, aborto y las cosas de Cristóbal Montoro.

También se podría escribir que el presidente intenta decir a Monago , por citar un caso variopinto y hasta chusco, que fuera de la iglesia popular no sería otra cosa que un distinguido mona-guillo y que no está dispuesto a consentir que de bombero pase a pirómano. Y menos a costa de Gallardón.

Hay otro apunte con valor añadido en la reunión nacional de Valladolid. La autoridad de la secretaria general. Cospedal les va a decir que no ha sido fácil gobernar el PP en tiempos de tanta turbulencia y tesoreros asesinos, pero que salvo ecos de menor nivel (Vox) el partido que gobierna España está vivito y coleando cuando todo apuntaba que el barranco terminaría por engullirlo todo.

¿Méritos? “Yo, naturalmente”, dirá la dama manchega…Vía Mariano, naturalmente.

Los que más atentos le escucharán serán Nuñez Feijóo, Arenas, el susodicho Monago, Fabra, Herrera, Rudi y Ana Mato.