Alonso derrapa en la curva Cospedal

En ocasiones me he referido al nada menos que portavoz parlamentario y jefe de la bancada PP en el Congreso de los Diputados, Alfonso Alonso, como uno de los principales referentes de poder popular de la situación.

Su labor de pastoreo del mayoritario y absoluto grupo que apoya al Gobierno obtiene una nota alta realizado, además, en unas circunstancias singularmente difíciles para sostener a un Ejecutivo que tiene que enfrentarse a diario a morlacos de cuernos astifinos.

Pero tampoco hay que confundir las voces con los ecos, que es uno de los grandes problemas que tenemos en la España de hoy.

Alonso es lo que representa por mor del vicariato que le delegó la vicepresidenta del Gobierno con el acuerdo tácito y en ocasiones expreso del jefe de todos ellos que es, hay que recordarlo, un paisano de Pontevedra que controla mucho más de lo que parece y muchísimo más de lo que algunos creen.

Sinceramente Alfonso Alonso, de natural un tanto estirado y puesto, empieza a padecer el síndrome que siempre termina por ahogar al poder vicario: creerse que es de verdad. ¡Un espejismo!

Viene todo esto a colación porque sus maniobras para colocar en puestos determinantes a sus amigos en el PP vasco -un asunto que es de 'comer'en el Partido Popular por razones obvias en aras de formación 'nacional'- en detrimento de la nueva jefa Arantza Quiroga, que jugó al órdago y apeló al césar, a la que castigaron con casi un 30% de votos en contra, algo inusitado en un congreso regional del PP y mucho más en el País Vasco donde el centroderecha constitucional y español necesita recuperar la friolera de 200.000 votos para estar como en sus mejores tiempos.

Naturalmente, la presidenta puso en oídos de lo que ocurría a Mariano Rajoy; pero sobre todo, a María Dolores de Cospedal, que precisamente en esos momentos no tenía el cuerpo político para muchos trotes.

Tengo para mí que la 'vicetodo', al fin y a la postre, la jefa directa de Alonso, tiene un cabreo de sujétame y no te menees con las andanzas de su subalterno espadachín. Lo que es seguro es que la 'deslealtad'así entendida en la planta séptima de Génova 13 y en el Complejo de la Moncloa no se olvidará en algún tiempo.

A lo largo de mi ya dilatada vida profesional he visto cómo ambiciones políticas muy fundadas se evaporaban por un requiebro mal calculado.