Es noticia
El curioso caso del fiscal Torres Dulce
  1. España
  2. Palo Alto
Graciano Palomo

Palo Alto

Por

El curioso caso del fiscal Torres Dulce

Hace algunos días, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, venía a decir que si la corrupción continúa avanzando España se convertirá en un Estado

Foto: El fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce. (Efe)
El fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce. (Efe)

Hace algunos días, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, venía a decir que si la corrupción continúa avanzando España se convertirá en un Estado fallido. No podemos estar más de acuerdo. Reclamaba acto seguido más leyes para poner coto a la lacra que produce desafección ciudadana y dentro de ese panorama desolador que pinta el señor Torres Dulce.

Sin duda, que se necesitan más medios para la Policía, juzgados y demás elementos coercitivos, pero el Fiscal General sabe perfectamente que ahora mismo existen mecanismos legales y logísticos más que suficientes para poner coto al robo y al desvarío público en sus arcas.

Porque el señor Torres mantiene un discurso de limpieza pero luego sus fiscales subordinados, que lo son, miran hacia otra parte cuando políticamente no les conviene. Lo vemos claramente en asuntos como 'Gürtel', 'Bárcenas', 'Urdangarin' o 'Blesa', donde están los que son pero no están todos los que fueron.

El señor Torres Dulce mantiene desde su nombramiento por Alberto Ruiz-Gallardón un discurso plausible, sin duda, respecto a la teoría pero a la hora de verdad se le escapan vivos personajes que mandaron mucho y que todo el mundo sabe que habría que preguntarles por sus actuaciones de antaño, aunque hayan sido presidentes del Gobierno. Entiendo que el fiscal general pretenda presentarse como un mirlo blanco de la independencia en el ejercicio de su ministerio. Eso es una cosa y otra bien distinta que los ciudadanos justiciables podamos colegir lo mismo. Y sé que Torres no es un fiscal tan manejable como los anteriores, léase Conde-Pumpido, un activista político sectario allí donde se encuentre, pero lo último no tiene que compadecerse con lo primero.

Pese a la importancia de la Justicia, que la tiene y de forma decisiva, lo más eficaz sería un pacto sincero y real entre los partidos con voluntad de cumplirlo, esto es, levantar un código de conducta implacable con los que se pudren en el ejercicio del servicio público.

Lo demás son meros amagos para no llegar a ninguna parte.

Hace algunos días, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, venía a decir que si la corrupción continúa avanzando España se convertirá en un Estado fallido. No podemos estar más de acuerdo. Reclamaba acto seguido más leyes para poner coto a la lacra que produce desafección ciudadana y dentro de ese panorama desolador que pinta el señor Torres Dulce.

Alberto Ruiz-Gallardón