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Los 13.000 hijos del padre Pajares
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Graciano Palomo

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Los 13.000 hijos del padre Pajares

Lo primero es antes que nada. Escribir que me traen al pairo las paqueiradas ad hominem que tenga que soportar por defender lo que creo: esto

Foto: El sacerdote Miguel Pajares
El sacerdote Miguel Pajares

Lo primero es antes que nada. Escribir que me traen al pairo las paqueiradas ad hominem que tenga que soportar por defender lo que creo: esto es, que la solidaridad se demuestra andando y sobre los terrenos de Monrovia, Liberia, Sierra Leona o Ghana. Y no en mítines opulentos o declaraciones grandilocuentes a mesa puesta.

Para la pequeña historia de la obscenidad quedan los eructos miserables de algunos dirigentes políticos que se mesaban farisaicamente los cabellos porque el Estado decidió repatriar a un ciudadano ilustre como el padre Miguel Pajares. Su enfermedad, contraída mientras daba la vida por sus semejantes excluidos, su pasión y finalmente su muerte nos ha recordado que hay más de 13.000 españoles (curas, religiosas, laicos, creyentes o agnósticos) que como enseñó el padre Pajares se dedican a auxiliar a los más pobres y parias de la tierra. Si, los mismos de los que hablan y hacen su bandera política gentes entre nosotros que no son capaces de devolver algo de lo mucho que reciben con sus cargos políticos e institucionales. Los mismos que ponen en cuestión el trabajo de los 13.000 hijos del padre Pajares sencillamente porque predican con el ejemplo de Cristo.

Hoy ya no basta con leer el Nuevo Testamento en swahili. Hoy hace falta jugarse la vida y se la juegan. Porque creen. Punto. De ahí que no me pudiera permitir el lujo de no despedir al jovial y fanáticamente generoso Pajares como un aleluya solidario y agradecido por su Gólgota particular al que subió durante veinte años antes de caer abatido por la epidemia. Después de leer e informarse de vidas como las de Miguel, consumidas en el servicio al prójimo, la verdad es que resulta muy difícil no intentar volver a entonar una perspectiva diametralmente opuesta a los gallináceos vuelos que observamos a diario.

Lo diga o no Roma, que terminará por decirlo, Miguel Pajares es un santo. Porque más importante que el Vaticano para los cristianos fue Jesús de Nazareth: “Nadie ama más que el que da la vida por sus semejantes….”. Hoy el padre Pajares se cura su Ébola en el Paraíso.

Lo primero es antes que nada. Escribir que me traen al pairo las paqueiradas ad hominem que tenga que soportar por defender lo que creo: esto es, que la solidaridad se demuestra andando y sobre los terrenos de Monrovia, Liberia, Sierra Leona o Ghana. Y no en mítines opulentos o declaraciones grandilocuentes a mesa puesta.

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