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Regreso de un estadista y hallazgo de un miserable
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Graciano Palomo

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Regreso de un estadista y hallazgo de un miserable

Si la postura de Felipe González me reconcilia con la humanidad, en cambio me avergüenza la posición sobre este tema de un labriego manchego. Cayo Lara pone su epitafio sobre una pobre carrera política

Foto: El expresidente del Gobierno, Felipe González. (EFE)
El expresidente del Gobierno, Felipe González. (EFE)

Para una ciudadano/periodista o periodista/ciudadano que echó a andar en la Transición y que ha vivido profesionalmente en democracia es un honor y un orgulloso que un presidente de aquellos años -con el que hasta jugué al fútbol y le vi crecer como hombre de Estado-, el primer ministro (con sus cosas, naturalmente, como en toda obra humana) bajo cuyo mandato España sí sufrió un “cambio” espectacular hacia adelante, haya viajado hasta el gulag de Maduro para defender los derechos humanos y las libertades básicas.

Me sorprende que Felipe González haya sido dejado al pairo precisamente por las gentes que más le deben: los actuales dirigentes del PSOE, que, dicho sea de paso, no le llegan ni al calcañar. A sus 73 años, con su pelo blanco, sin necesidad de complicarse la vida, el expresidente español con más “auctoritas” en el mundo le ha hecho morder el polvo a un liberticida caribeño que debería estar bajo el imperio de una camisa de fuerza.

González le ha dejado malherido al intérprete de pajarito y ha desenmascarado a los “monaguillos” que por cuatro perras se han puesto de rodillas ante un sátrapa inexportable. Felipe ha ido a defender a PRESOS POLITICOS. Repito a PRESOS POLITICOS. Que, además, son miembros y dirigentes de la Internacional Socialista, pero aunque no lo fueran. ¿Algún problema?

Me alarma el silencio de su sucesor en la secretaria general del Partido Socialista a tal respecto. Salvo que , en efecto, su futuro político dependa de que se ponga en posición lewinskyana ante los bien pagados del chavismo o botafumeiros de ese régimen execrable que no es capaz de dar pan ni libertad. Solo miedo.

Si la postura de Felipe González me reconcilia con la humanidad, en cambio me avergüenza la posición sobre este tema de un labriego manchego. Entrado en años, que no en razón, aunque se vista como un quinceañero rumboso, Cayo Lara pone su epitafio sobre una pobre carrera política sobre los estertores de un comunismo rancio, vencido y caduco. Pero no es eso lo que realmente me llama la atención.

Lara, una marioneta en manos de los jóvenes cachorros del leninismo, se ha olvidado al criticar con ferocidad a González que él tuvo compañeros durante la dictadura franquista que estuvieron años en las cárceles en calidad de presos políticos. ¿Le parecía mal cuando aquí venían dirigentes democráticos de Europa a reclamar su puesta en libertad?

Hay días en los que realmente creo que vamos hacia atrás.

¡Cangrejos!

Para una ciudadano/periodista o periodista/ciudadano que echó a andar en la Transición y que ha vivido profesionalmente en democracia es un honor y un orgulloso que un presidente de aquellos años -con el que hasta jugué al fútbol y le vi crecer como hombre de Estado-, el primer ministro (con sus cosas, naturalmente, como en toda obra humana) bajo cuyo mandato España sí sufrió un “cambio” espectacular hacia adelante, haya viajado hasta el gulag de Maduro para defender los derechos humanos y las libertades básicas.

Cayo Lara