Ese suave olor a enfrentamiento civil

Sería muy conveniente para unos y otros, sobre todo, para aquellos opinadores que dicen saber leer, que se pusiera de moda los libros de los grandes hispanistas –Paul Preston, entre ellos- que analizaron en profundidad y objetividad el inicio, desarrollo y consecuencias de la Guerra Civil.

Han pasado más de 80 años y la España del rey Felipe no se parece en nada a aquel país que tuvo que abandonar su bisabuelo con nocturnidad y cobardía. Salvados todos los distinguidos y teniendo en cuenta las circunstancias distintas (la pertenencia a Europa y el alto nivel de vida del que ahora disfruta gran parte de la sociedad española) lo cierto es que hay asuntos que no hemos superado. Precisamente ese “recuerdo” claramente revisionista de los que ocurrió –una tragedia terrible que no deberíamos olvidar- es sacado constantemente en el debate político por insignificantes personajes del actual panorama que, sin embargo, encuentran acomodo en los grandes medios de comunicación. Quizá el personaje más señero de estos nuevos “berias” sea ese que se apellida Monedero, el hijo de un padre que es fande Esperanza Aguirre y militante del Partido Popular.

En este cuadro el centro derecha es incapaz de dar respuesta ideológica e histórica a unos personajes cuyo único mérito es haber sabido aprovechar una situación de detritus social para montar su chiringuito. Un chiringuito que no resiste un mínimo vendaval preñado de verdad.

El milagro de la Transición fue antes que nada una hemorragia de sentido común, interés colectivo y patriotismo. La locura de volar ese milagro –que se intenta-es una insensatez de magnitudes cósmicas.

El pueblo español siempre ha sido muy particular. Dicen esos hispanistas.