España se quema: una gestión inaceptable

Verano tras verano el país arde por los cuatro costados. En este año llevamos (hasta el momento) más de 52.000 hectáreas calcinadas de norte a sur y desde Finisterre al cabo de Gata.

Cuando se inició en 1978 el proceso de descentralización política y administrativa se utilizó el argumento de la “eficacia” para llevar a cabo la operación. Todo el mundo lo dio por bueno. Casi cuarenta años después al optimismo de aquel tiempo se le pueden poner algunos peros.

La gestión de los incendios –ya sé que se producen en todas las partes del mundo desarrollado- es una de esas pruebas irrefutables. La mitad sur de España es un secarral llamativo que se ofrece abierta en canal a este tipo de tragedias. Pero digo yo que para algo están las cinco administraciones que pagamos y aún sufrimos.

Cuando existen expertos que avanzan incendios por doquier ¿para qué está la prevención que corresponde al poder político y administrativo? Porque al final cuando las cosas se ponen feas cualquier alcalde que se precie, cualquier presidente de comunidad autónoma que se asusta ante las llamas, lo primero que hace es llamar a la Unidad Militar de Emergencias (UME). Fue un gran hallazgo del gobierno Zapatero que justo es reconocer aquí y ahora.

Nadie puede ser responsable (salvo los criminales pirómanos) de que por causas naturales se produzcan incendios. Pero sí hay responsables de que la plaga sea tratada como se merece con determinación, inteligencia, medios y tecnología.

Se han dado y se dan casos donde los localismos acaban cobrándose vidas humanas. Y esto es realmente intolerable.