Lo de Maroto

He conocido recientemente a Javier Maroto, ex alcalde de Vitoria y ganador de las últimas elecciones en su ciudad, y tengo para mí que se trata de una persona seria y muy solvente desde el punto de vista técnico/político.

De Maroto, como de cualquier dirigente público, lo que me interesa es su integridad moral, su capacidad técnica y sus planteamientos para resolver los problemas generales que es para lo que le pagamos. Lo demás, es asunto suyo.

Lo que si me sorprende es la reacción de algunos de sus conmilitones a propósito de su boda con su novio desde hace 19 años (ámbos ex alumnos de la muy bilbaína y jesuítica Universidad de Deusto) el próximo día 18 del presente mes en el Ayuntamiento del que fue primer edil. En el Partido Popular, con esa inmensidad militante, conviven sensibilidades de todo tipo. El gran input histórico de José María Aznar –no me duelen prendas en reconocer los hechos-fue unir a todas ellas bajo una misma bandera.

La boda gay del vicesecretario general de Asuntos Sectoriales del partido en el Gobierno echa por tierra algunos clichés interesados respecto a que no se puede ser liberal/conservador o de centro derecha en el PP. Pero también deja en evidencia manifiesta aquellos que optando por esa militancia arguyen la misma para instalarse en posiciones de antigualla y que respetan más bien poco las tendencias de cada cual.

El recurso de inconstitucionalidad que el PP presentó en su día fue fruto de la presión de los sectores más pirenaicos que habitan bajo el ala del charrán. Rajoy quiso siempre equidistar entre los extremos y ahora se encuentra con que le gustaría asistir a la boda de su colaborador pero ello se compadece mal con el recurso todavía en vigor.

Me da exactamente igual. Felicito a Maroto, le deseo felicidad y buen matrimonio. Lo que realmente me interesa de él va por otros derroteros.