Carmena, ¡tanto ruido para tamaña decepción!

¡Qué conservadurismo! Incluso a la bella Rita Maestre le ha bastado subirse en un coche oficial y dejar los pantalones vaqueros para enlazar directamente con lo peor de la casta tanto en lo que se refiere a las formas como al meollo del quehacer político.

Cien días es poco tiempo, sin duda, pero históricamente en todos los gobiernos de cualquier polo y condición es el periodo donde se marca territorio y se magnifica la impronta que se desarrollará posteriormente. Es decir, los tres meses en los que se llevan a cabo las principales inquietudes y promesas.

Pues bien, creo que en Madrid la alcaldesa Carmena ha derrochado buena voluntad pero poco más. Tengo muy presente su discurso (charleta más bien) de investidura cuando dijo que venía a “seducir” y “enamorar” a los madrileños incluso a la derechona que, obviamente, no le votó. Tengo para mí que a uno de los pocos que ha enamorado es a Florentino Pérez, que como todo el mundo conoce tiene problemas para llegar a fin de mes y muchas dificultades para pagar su hipoteca.

Argüir –a su edad- que lo han hecho extraordinariamente bien y que es la prensa la que les deja en soledad creando el vacío entre su gestión y el pueblo es algo tan falso como estulto. La declaración palmaria de su incompetencia como primera gestora pública de la capital.

Mire, señora y respetada alcaldesa, los desahucios (pocos) no los ha parado usted. Las calles tienen más porquería que nunca; los mendigos siguen tirados en la calle; los impuestos siguen igual de altos y carísimos; los programas de empleo sólo han llegado a familiares de los nuevos sátrapas municipales, y la deuda de Madrid y su prima de riesgo se han disparado. Estos son los hechos y son irrefutables. Ahora cuéntenos una milonga.

Desde el punto de vista de la izquierda el 'debe' del equipo podemita en el Ayuntamiento no puede ser más decepcionante.

Porque lo grave no es que no hayan hecho nada –salvo crear puestos de privilegio para los conmilitones y los allegados, insisto-, lo grave es que han perdido lo esencial de un movimiento rompedor y teóricamente de izquierdas: la capacidad de autocrítica que se puede colegir de la nota (8) que se autoconcede la gloriosa portavoz Maestre.

¡Vivir para ver!