A propósito de Rato

Hay dos cosas perentorias. La primera, que la instrucción sobre la corrupción o no del que fuera icono del milagro económico debe acelerarse por el bien de todos. La segunda, anotar que el quilombo RR (Rodrigo Rato) resulta del todo letal para los intereses de una formación política de la que un día pudo ser el general en jefe.

Yo no sé si el exvicepresidente ha perpetrado todo lo que se ventila en los medios. Pero, sinceramente, su defensa es muy difícil. Tampoco sé fehacientemente si cobró comisiones publicitarias cuando era presidente de Bankia, pero el asunto huele bastante mal. Y tampoco sé si involucró en sus presuntas fechorías a su exmujer y sus hijos.

Desde luego, acogerse a la regularización fiscal de Montoro por dinero depositado en el exterior no es garantía precisamente para darle la felicidad de la duda. Un superministro de Economía no puede tener intereses de ese tipo (y de ninguno) en paraísos fiscales. Mucho menos tratar de acogerse –lo cual demuestra que la superinteligencia que le suponíamos tampoco es para tirar cohetes- a una medida del gobierno en cuyo partido ha militado. Da igual si la pasta en el exterior la llevó su padre, su hermano Ramón o el mayordomo de La Moraleja.

Lo que se puede colegir sensata y objetivamente del proceder del exgerente del FMI (¡vaya jefes que ha tenido el organismo!) es que le ha interesado más en todo momento y en cualquier circunstancia sus intereses personales que los del país y los de su propia formación política. No se puede ser chica de la calle a la vez que se oficia de monaguillo.

Junto a los invencibles nombres de Correa, Blesa, Bárcenas, Granados, habrá que apuntar en la derrota el de Rodrigo Rato, la sorpresa (relativa) para muchos, aunque no de todos.

¡Sorpresas te da la vida!