¿Es un autónomo el rey Felipe?

El pasado miércoles día 4 de un rarísimo mes de noviembre Antonio Garamendi, quien no puede desmentir que es de Bilbao ni cuando sube a la tribuna de oradores, había convocado a sus mesnadas bajo las siglas CEPYME –que son las más numerosas y organizadas de toda la nación- para reconocer a los mejores de entre todos los pequeños y medianos empresarios de esta Corte.

Como a Garamendi y sus cuates no les debo nada, ni quiero (lo digo por los siempre malintencionados que sólo saben sacar de mentira verdad) puedo escribir y escribo que fue uno de los actos más interesantes de los muchos a los que he asistido en los últimos tiempos. Fórmula: verdad, sencillez, realismo, autocrítica, conocimientos y futuro.

Oí al ministro Montoro –hasta le aplaudieron precisamente a los que más ha metido la mano en su bolsillo- reivindicar la revolución gloriosa del cambio de tendencia económica en España para los representantes de los cuatro millones de autónomos, pequeños y medianos empresarios que siembran a diario sus chiringuitos con sangre, sudor y hasta lágrimas. Punto.

En esto llegó el Rey. Leyó –a medias- unos cuantos folios acerca del devenir de España y sus emprendedores en los que no sobraba ni una coma. Sin complejos ni aldeanismos. Punto.

En la inevitable copa posterior y en los saludos que SM controla como si hubiera chapoteado toda su vida en esos estanques, siempre bajo la atenta mirada del probo Jaime Alfonsín, tuve la oportunidad de decirle al rey Felipe que él también se comporta y tiene trazas de “autónomo”. Rió al estilo Austria y replicó:

-¡Hombre!, autonomía, autonomía, tengo poca!

Creo que los que estaban alrededor no entendieron la irónica gracieta del Jefe del Estado.

Tengo para mí que gracias a esa falta de “autonomía” que fue consagrada en la Constitución, que ahora quieren dinamitar, don Felipe puede estar muchos años a título de rey. Lo que los cursis denominan como “monarquía parlamentaria”.