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El caso de Albert Rivera
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Graciano Palomo

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El caso de Albert Rivera

Si se repiten en unos meses los comicios legislativos, Rivera se puede encontrar con la horma de su zapato. Pero si permite un gobierno de izquierdas, el remedio puede ser peor que la enfermedad

Foto: Albert Rivera, durante una reunión con sus diputados. (EFE)
Albert Rivera, durante una reunión con sus diputados. (EFE)

Nadie con algúnsentido de la decencia y la moderación política puede poner el más mínimo 'pero' a las propuestas que Albert Rivera lleva tiempo ofreciendo a la sociedad española. Desde la imperiosa necesidad de acabar con los rescoldos que todavía quedan incandescentes de la guerra civil hasta la reforma de las administraciones, la limpieza en los partidos, el mantenimiento del Estado como forma de garantizar los derechos y libertades, en fin, una larga retahíla de asuntos inaplazables y que él ha sustanciado con precisión.

Sucede, sin embargo, que Rivera y algunos de sus principales colaboradores pusieron a calentar el puchero cuando el ciervo todavía chospaba por los bosques. Levitar antes de tiempo conduce directamente a la melancolía. Deberían saberlo aquellos que le hicieron creer que el palacio de la Moncloa se le abriría en canal en cuanto le subieron en un caballo blanco. Desde su inicial 'sponsor' -Miguel Rodríguez (Lotus/Festina/Jaguar/Calypso)- a otros que pretendieron dar un puntapié en el trasero del PP vaya usted a saber la razón.

Al final, los 3.500.446 votos (13,93%) y sus 40 escaños tampoco van a servir para otra cosa que para acreditar un notable éxito en lo particular y una decepción en lo general. La mayor parte de esos sufragios provienede la 'derecha', amén de otra porción de nuevos votantes que vomitaante los casos de Bárcenas, Blesa, Rato, Granados y demás compañeros del trinque. Es decir, el centro vino a certificar la división y cuarteo del centro derecha y eso siempre es letal para los intereses de ese espacio que resulta como mínimo la mitad de la población española actual.

Al final en las potencias libres y democráticas al elector no le gusta hacer brindis al sol con su voto. De ahí que si, como parece, se repiten en unos meses los comicios legislativos, Rivera se puede encontrar con la horma de su zapato. Pero si permite, con su abstención, un gobierno de izquierdas presidido por Sánchez, el remedio puede resultar peor que la enfermedad.

¡Mira que hay cosas interesantes en su programa!

Nadie con algúnsentido de la decencia y la moderación política puede poner el más mínimo 'pero' a las propuestas que Albert Rivera lleva tiempo ofreciendo a la sociedad española. Desde la imperiosa necesidad de acabar con los rescoldos que todavía quedan incandescentes de la guerra civil hasta la reforma de las administraciones, la limpieza en los partidos, el mantenimiento del Estado como forma de garantizar los derechos y libertades, en fin, una larga retahíla de asuntos inaplazables y que él ha sustanciado con precisión.

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