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De la trivialización del mérito a la sacralización del localismo
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Graciano Palomo

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De la trivialización del mérito a la sacralización del localismo

Mientras los chinos toman posiciones en los cinco continentes lo sorprendente en jóvenes españoles es su inmensa afición por el surco

Foto: Xavier Domènech (i), Íñigo Errejón (c) y Alexandra Fernández (d). (EFE)
Xavier Domènech (i), Íñigo Errejón (c) y Alexandra Fernández (d). (EFE)

Lo que sucede ahora mismo en España, bien analizado, es la conclusión pero faltan las premisas. Asistimos -¡no sé por qué se rasgan las vestiduras algunos puritanos!- al intento más serio de voladura del Estado, curiosamente el más antiguo del mundo. Es producto de muchas cosas, sin duda, pero entre ellas la sacralización de los localismos estirados en grado sumo.

Mientras el mundo se achica cada vez más por mor de la tecnología y la facilidad en las comunicaciones, la vieja península ibérica (menos Portugal) asiste atónita a una eclosión de vuelos gallináceos en forma de Mareas y confluencias en donde hasta jóvenes dirigentes izquierdistas andaluces claman por su propia marca al son de la pandereta y el tamboril.

Pero, ¿esto qué es? Mientras los chinos toman posiciones en los cinco continentes lo sorprendente en jóvenes españoles es su inmensa afición por el surco, como ha demostrado días atrás la sin par lideresa andaluza Teresa Rodríguez. Gente teóricamente de izquierda reivindicando el terruño desabrido. Sucede que no han leído nada y estudiado menos.

Hace unos días, otro estadista llamado Xavier Doménech, poncio de Pablo Iglesias en Cataluña, me discutía que la Revolución Francesa (1789) hubiera sido una revolución “burguesa”. Confundía la revuelta de París, que cambió el mundo, con la revolución bolchevique rusa de 1917, que también cambió el mundo. Son lecturas elementales para cualquier ciudadano puesto que deberían ser objeto de examen obligatorio para aquellos que optan a representar a sus semejantes.

Insisto: trivialización del mérito y sacralización del localismo. Muy moderno todo.

Lo que sucede ahora mismo en España, bien analizado, es la conclusión pero faltan las premisas. Asistimos -¡no sé por qué se rasgan las vestiduras algunos puritanos!- al intento más serio de voladura del Estado, curiosamente el más antiguo del mundo. Es producto de muchas cosas, sin duda, pero entre ellas la sacralización de los localismos estirados en grado sumo.

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