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La tragedia pesetera de los exvice: del pianista al comisionista
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Graciano Palomo

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La tragedia pesetera de los exvice: del pianista al comisionista

Narcís Serra, el pianista, ya apuntaba maneras durante los años en los que habitó el lujoso apartamento del Ministerio de Defensa en el privativo paseo de la Castellana

Foto: El expresidente de Catalunya Caixa, Narcís Serra. (EFE)
El expresidente de Catalunya Caixa, Narcís Serra. (EFE)

Tenía que llegar un día u otro. El pasado mes de enero la Guardia Civil -cuerpo que antaño se dedicaba 'full time' a perseguir robagallinas y ahora mete muchas horas investigando y persiguiendo a ladrones de alta cuna y gruesas cuentas– interrogó al exvicepresidente Narcís Serra que ha sido, se mire por dónde se quiera, uno de los hombres que más poder fáctico acumuló desde la restauración democrática a la sombra de Felipe González.

No voy a entrar en el capítulo de sus negocios privados de la compra venta de artilugios bélicos porque no tengo pruebas fehacientes que lo atestigüe –el runrún es un ejercicio muy socorrido en España desde los tiempos de la Princesa de Éboli-; me interesa su paso por Catalunya Caixa, ese predio financiero que el socialismo catalán dominó a su antojo durante muchos lustros.

Trata la Benemérita de saber, por encargo del juez, qué pasó con 900 millones de euros que volaron de aquella caja maldita que nos ha costado a todos nosotros más de dos millones de euros y sin visos de recuperar ni un maldito euro. ¿Es la maldición de los exvicepresidentes con poder omnímodo?

Rodrigo Rato sólo puede dar una explicación a sus andanzas después de haber comido siempre caliente y haber llegado a jefe de Estado a través del FMI: la codicia. Ese pecado rompe el saco, sí, pero esencialmente destroza almas. RR ha conseguido que su partido se haya convertido en un guiñapo, le insulten por la calle y su nombre ni siquiera podrá figurar en el frontispicio de los próceres que hicieron algo por su país. Les deberá todo, especialmente, a los militantes y votantes del PP que le subieron en un pedestal y le convirtieron en un icono.

Narcís Serra, el pianista, ya apuntaba maneras durante los años en los que habitó el lujoso apartamento del Ministerio de Defensa en el privativo paseo de la Castellana. Pudo, al igual que Rato, ser presidente del Gobierno cuando González periclitaba y decía estar hasta el gorro de tanto bonsái.

A su predecesor, Alfonso Guerra, lo mandaron al averno por unos cafelitos del 'mienmano' y unos cuantos sacos de patatas que sus deudos dejaban en la delegación del Gobierno en Sevilla.

No sé por qué me da el olfato que el siempre escurridizo Serra i Serra de ésta no se escapa.

Tenía que llegar un día u otro. El pasado mes de enero la Guardia Civil -cuerpo que antaño se dedicaba 'full time' a perseguir robagallinas y ahora mete muchas horas investigando y persiguiendo a ladrones de alta cuna y gruesas cuentas– interrogó al exvicepresidente Narcís Serra que ha sido, se mire por dónde se quiera, uno de los hombres que más poder fáctico acumuló desde la restauración democrática a la sombra de Felipe González.

Rodrigo Rato