Jóvenes y acreditadamente ambiciosos

El pacto suscrito entre el centro-izquierda (PSOE) y el centro-derecha (Ciudadanos) es lo que se estila en Europa y, en general, en el mundo libre, desarrollado y democrático. Pedro Sánchez tiene 44 años y Albert Rivera, 37. Ambos representan a una generación de españoles que vivieron la Transición con el pantalón corto y tampoco han tenido tiempo de haber abierto una mercería.

Gracias al detritus social producto de la crisis y el detritus amarillo de la corrupción el primero llegó muy pronto al puesto de mando del partido que más ha gobernado desde la restauración democrática y el segundo pudo fundar Ciudadanos y tener éxito en tiempo récord.

Han suscrito un acuerdo estimable desde el punto de vista de la exhibición política que, dadas las circunstancias, menos da un mal resultado electoral. Aunque fracase el intento por mor de la calculadora. Da igual. Sánchez ha elegido a Ciudadanos y despreciado al populismo imposible; Rivera ha optado por la socialdemocracia en lugar de la formación donde militó y de donde proceden gran parte de sus tres millones y medio de votos. Esto es, han elegido y se mire por donde se quiera esas dos elecciones tienen su aquel. ¡Lástima que PS, en su bisoñez, haya inferido tal cantidad de agravios al PP que ahora la muchachada de este partido se niegue en redondo a transferir ni una gota de sangre en sus necesitadas arterias!

Somos muchos los que de alguna forma podríamos vernos representados por ese acuerdo si de antemano no supiéramos que se trata de mero fuego de artificio. Sólo se puede gobernar un país europeo y en progreso desde el centro y la moderación. Punto.

Como esas dos intuiciones –brindis a la luna y centrismo en ejercicio- terminarán por estallar en el palacio de la Carrera de San Jerónimo la puerta quedará expedita -salvo milagro- para la nueva consulta al pueblo español. La opinión pública ya sabe a qué juega cada cual –incluido el PP y Podemos-y será de nuevo su hora.
En una sentencia que entonces si resultará inapelable.