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La gran lección china para España
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Graciano Palomo

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La gran lección china para España

Tienen problemas básicos como asentarse en la libertad y la democracia, pero distinguen la unidad de su enorme nación, con 53 etnias diferentes, y la estrategia global para subsistir

Foto: Zona de Bund, frente al distrito financiero de  Pudong, en Shanghái. (Reuters)
Zona de Bund, frente al distrito financiero de Pudong, en Shanghái. (Reuters)

Unos días en el gigante asiático acompañando a los jóvenes de la Institución Educativa Gabrielista, José Enrique García Aguera y Pedro Gadea (quizá en labores que debería hacer el vasto aparato del Estado, tan caro y tan ineficaz), han sido suficientes para colegir la gran lección que del país que sabe conjugar el comunismo en política y el capitalismo en la economía pudiera extraer España.

Debo decir y escribo que no cambiaría veinte años de vida en mi país por cincuenta en el de Mao y Xi Jinping para que nadie me tome el número cambiado. Pero resulta conmovedor ver cómo 1.400 millones de chinos (cien más de lo que dicen las estadísticas oficiales) se han unido por las grandes cosas, esto es, comer en primer lugar y otear el horizonte mundial hasta 2040. Lo afirmo de otra manera: la China que nunca conoció la democracia ni ha vivido en libertad se une ante los grandes retos. Me ha sobrecogido comprobar cómo tienen claro por dónde camina el orbe, cada vez más pequeño, interdependiente y global. A eso se aprestan con determinación, trabajo y astucia. Si lo consiguen o no es letra de otro cantar.

Lo que me ha sobrecogido de China también me entristece respecto a la gran nación que fue y a la que todavía conocen en el mundo por España. En las enormes y modernas calles de Shenzhen, ávidas de negocio y conocimiento, me han pasado por la mente las ambiciones de personajes de la hora actual en España como Puigdemont, la orgía de batallitas políticas de cada día, los argumentos 'ad hominem' de casi toda nuestra clase política y en fin, los desmanes ilógicos, caducos y cavernarios de lo que he dado en llamar 'vuelos gallináceos'.

En China, sobrevuelan esos avatares costosísimos para el contribuyente y que a parte alguna conducen. Antes no comían; ahora exportan alimentos por doquier. Claro que tienen problemas básicos como asentarse en la libertad y la democracia. Pero distinguen la unidad de su enorme nación, con 53 etnias diferentes, y la estrategia global para subsistir como la energía, el agua, la educación y el deporte, que,por cierto, es lo que más admiran de España.

Podrán ponerse todos los peros que se quieraa la famosa frase de Deng Xiaoping, el hombre que decretó la apertura de China al mundo: “Gato blanco, gato negro, lo mismo da si caza ratones”. Pero les funciona. Porque también dijo nuestro clásico aquello de “primumvivere, deindephilosophari…”

Unos días en el gigante asiático acompañando a los jóvenes de la Institución Educativa Gabrielista, José Enrique García Aguera y Pedro Gadea (quizá en labores que debería hacer el vasto aparato del Estado, tan caro y tan ineficaz), han sido suficientes para colegir la gran lección que del país que sabe conjugar el comunismo en política y el capitalismo en la economía pudiera extraer España.

Carles Puigdemont